domingo, 15 de octubre de 2023

Un oficio extinguido

 


E
n el oficio de verdugo en España se valoraba mucho que éste hiciese trabajos limpios, o sea, que no hiciese sufrir más de lo necesario al condenado a la última pena. Antonio López Sierra, fallecido en Madrid en 1986, ocupó la plaza en la Audiencia Territorial de Madrid entre 1949 y 1975. Fue albañil, luchó en el bando franquista durante la Guerra Civil y más tarde formó parte de la División Azul. Después estuvo en Berlín ejerciendo de barrendero. Una vez llegó a España se dedicó al estraperlo y vender caramelos en las ferias junto a su amigo y más tarde compañero de oficio Vicente López Copete. Ambos ingresaron como “funcionarios de Justicia” en 1949 por mediación de un inspector de Policía pacense. Durante su primer trabajo fue ayudante de Bernardo Sánchez Bascuñana. En 1952 comenzó a trabajar solo. Su primer reo ajusticiado fue Ramón Oliva Márquez, alias Monchito y fue gratificado con 60 pesetas. También ejecutó a Pilar Prades Expósito, conocida como la envenenadora de Valencia, y a José María Jarabo. La muerte de Jarabo no estuvo muy acertada. El reo tenía el cuello demasiado gordo y él verdugo llegó a hacer su trabajo embriagado. El resultado fue de veinte minutos de convulsiones y penosa agonía. También tuvo que ejecutar a dos amigos suyos: Santiago Mañero Viñuales, que antes de sentarse le estrecho la mano, y a Jesús Ríos. Su última ejecución fue la de Salvador Puig Antich, en la Cárcel Modelo de Barcelona, el 2 de marzo de 1974. En total, ejecutó a 17 reos. Ya jubilado, fue portero en una finca del barrio madrileño de Malasaña. Murió en 1986. Tenía entonces 73 años. Como curiosidad, en 1968 participó en un pequeño papel en la película francesa “O salto”, dirigida por Christian de Chalonge. Que hoy se me haya ocurrido escribir sobre verdugos es consecuencia de haber visto el pasado viernes en TVE la película “El huerto del francés”, de 1977, dirigida por Paul Naschy, seudónimo de Jacinto Molina, donde se cuenta la historia real de Juan Andrés Aldije Monmejá, alias El Francés y de su cómplice José Muñoz Lopera, y sus 6 crímenes en Peñaflor (Sevilla) entre 1898 y 1904. Ambos fueron ejecutados en la Audiencia Territorial de Sevilla el 31 de octubre de 1906. En la película aparece un solo verdugo (el actor Luis Ciges), pero la realidad fue que en  la ejecución hubo dos verdugos. Al conocerse el suceso de aquellos horrorosos crímenes, El Francés huyó  de Peñaflor a pie, hasta la cercana Palma del Río; desde allí tomó el tren para Tocina. Tenía pensado llegar a Badajoz, poner rumbo a Portugal y, finalmente, a Brasil. No obstante, cuando supo que su esposa y su hijo habían sido apresados regresó a Peñaflor y se entregó. Eran las siete de la mañana. El primero en subir al patíbulo fue José Muñoz Lopera. Murió entre terribles convulsiones. El otro verdugo fue el encargado de dar muerte a Juan Andrés Aldije y tampoco estuvo habilidoso con el torniquete y el corbatín de hierro. Como curiosidad, el aparataje de las ejecuciones que se aplicaba al poste valía siete mil setecientas pesetas. Lo fabricaban en Toledo y era propiedad del Estado, que se lo confiaba al verdugo para que siempre utilizaran el mismo.

 

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