lunes, 9 de octubre de 2023

Para muestra, un botón

 


Recuerdo que las “ferias de muestras” eran aburridísimas. Sacabas una entrada, pasabas al interior y te encontrabas con varios pabellones y una explanada llena de tractores y maquinaria agrícola donde una azafata vestida de verde te ofrecía una gorra de visera de “John Deere” del mismo color. Te la ponías y ya no te la quitabas hasta que te ibas a dormir. Te creías Fausto Coppi. Los diversos pabellones estaban llenos de stands con vendedores encorbatados que te ofrecían desde un adminículo para quitar la cal del agua del grifo hasta coloridos mapas de las diversas regiones allí representadas. Observaba que los visitantes se amontonaban en aquellos puestos que desprendían olor a jamón, embutidos o quesos, o donde un hombre vestido de cocinero afilaba cuchillos y cortaba patatas de las más diversas formas. Todos los años, sin dejarse uno, estaba en un lugar estratégico la toresana tienda de Ballesteros que ponía sobre el mostrador diversos platillos con sus productos chacineros. Era el más visitado. Se notaba que la gente pasaba hambre. También  podía ocurrir que te acercaras donde un tipo con ínfulas de limpiabotas de cafetín de la madrileña glorieta de Quevedo te ofertaba todo tipo de ceras y betunes para los zapatos. Te invitaba a que reposases un pie sobre un altillo. Sacaba un algodón impregnado, lo extendía sobre el tafilete y el zapato quedaba limpio como una patena. Lo malo venía cuando le decías que te limpiase el otro zapato para que no desentonase y el vendedor se negaba. Te decía serio y circunspecto que solo había hecho una prueba. Y te marchabas de allí con un zapato limpio y el otro lleno de polvo. Ya aburrido de mirar, te largabas de allí con una bolsa de plástico repleta de mapas, propaganda de crecepelos milagrosos, autocaravanas y sillas para jardín. Al poco rato lo tirabas todo, menos la gorra de visera, en la primera papelera. Este año, como digo, no ha funcionado la “feria de muestras”, que siempre coincide con las fiestas pilaristas, dicen los de la Cámara, que son como los cofrades del emprendimiento empresarial, que ello ha sido debido a los indeseables efectos de la última gota fría. No hay mal que por bien no venga. He evitado pagar una entrada nada barata, tener que aparcar el utilitario a dos kilómetros y a pleno sol por indicación de uno de esos cofrades con exceso de celo, y mirar con desdén los últimos modelos de máquinas para recoger la uva sin recurrir a temporeros; lo más moderno en cocinas y duchas de baño; y el mapa que te recomienda recorrer la sierra de la Culebra a golpe de pedal y hacer un descanso para degustar una contundente sopa de ajo en Casa Fidel, en San Vitero, en la raya lusitana.

 

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