jueves, 12 de octubre de 2023

Cenizas

 


Lo que queda de las personas fallecidas es el recuerdo entre aquellos que las conocieron. La prensa señala que todavía no han sido recogidas las cenizas de Carmen Sevilla del tanatorio de Pozuelo de Alarcón. Esos restos, si acaso, correspondería que fueran recogidos por su hijo, Augusto Algueró. Pero a nadie se le puede obligar a llevarse lo que no tiene intención de hacer. Las cenizas de un difunto solo son fosfatos, una especie de arena grisácea que lo más práctico es aventarlas o desparramarlas en un jardín. Nadie brota de sus propias cenizas, salvo que se trate del ave fénix. San Ambrosio de Tréveris dejó constancia de que el ave fénix moría consumido por el sol y que de sus cenizas surgía un gusano que crecía dentro de un huevo del de salía un ave celeste que cerraba el ciclo. Era una manera, supongo, de dar a entender a los cristianos de entonces la resurrección de la carne y la vida perdurable, tal y como se mantenía entonces, y se sigue manteniendo ahora, en el rezo del credo. Quizás por ello, la Iglesia aconseja vivamente conservar la piadosa costumbre de sepultar los cadáveres, pese a que cada Miércoles de Ceniza, precedido por el Martes de Carnaval, se recuerda en los templos católicos que “polvo eres y en polvo te convertirás”, gesto que se remonta a la tradición hebrea, cuando los judíos se cubrían con cenizas y se vestían con un saco como preparación de un señalado acontecimiento. Carmen García Galisteo, conocida como Carmen Sevilla, hija del letrista Antonio García Padilla y nieta del periodista José García Rufino, se transformó en ceniza tras su muerte el 27 de junio, y esperan desde entonces en un rincón olvidado de Funespaña, como el arpa de las rimas becquerianas, a que alguien las recoja y decida su último acomodo.

 

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