domingo, 8 de octubre de 2023

Nadie da nada

 


Me sorprende una noticia con la que hoy abre portada Diario de Teruel: “Hay gente que quiere ir a vivir a un pueblo y no encuentra una vivienda”. Hombre, si la busca con portero, ascensor y alfombra en la escalera puede que encuentre más dificultades, pero proclamar que en un pueblo no se encuentra casa me parece una exageración. En los pueblos de la España vaciada mucha gente se marchó en busca de mejor fortuna, pero las viviendas, o lo que queda de ellas, siguen en el mismo sitio. Y en el diario aparece una foto con los reivindicadores en la plaza de la Catedral de Teruel con pancartas extendidas con el lema “quiero mi hogar en este lugar”. Delante de los manifestantes que asoman en la foto del diario aparece una maceta con lo que parecen geranios para darle más vistosidad al acto. He hecho recuento de los manifestantes y creo que no llegan a la veintena. En una palabra, que lo que pretende algún “espabilado” es que el Estado rehabilite casas casi hundidas en un vano intento de tratar de asentar población. En el supuesto de que esas casas ruinosas pudiesen ser rehabilitadas con el dinero de todos los españoles, sus nuevos moradores exigirían servicios de los que ahora carecen: escuelas, ambulatorio médico, farmacia, carreteras arregladas, ambulancia, jardines, polideportivo, arreglo de la iglesia y hasta un nuevo bar donde poder reunirse. Todo ello, por supuesto,  con cargo al maestro armero. Así, el jubilado que abandonó su terruño para trabajar en un polígono industrial de la gran urbe, podría regresar al pueblo que le vio nacer, alquilar el piso de protección oficial que compró en el barrio con ayuda pública y poder dedicarse a cazar conejos, organizar torneos de guiñote en las fiestas patronales y dedicarse al cultivo del champiñón. No está mal planteado el asunto. Lo que pasa es que la vaca no da más leche, que lo que se cuenta en mítines políticos son sonidos de caracolas, y que una cosa es predicar y otra dar trigo. El artículo 47 de la Constitución Española declara que “todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada”, pero eso no significa que el Estado tenga la obligación de entregar vivienda amueblada y a fondo perdido a todo aquel  que la solicita. El dinero público es de todos, aunque Carmen Calvo (no sé si pariente del manirroto Nepote, según contaba Plinio) siendo ministra de Rodríguez Zapatero dijera lo contrario. Cosa distinta es que el dinero público se despilfarre con aparente ligereza, excesiva generosidad y, en demasiadas ocasiones, con corrupción institucionalizada.

 

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