sábado, 14 de octubre de 2023

Al cocherito leré

Hoy, en ABC de Sevilla, Burgos hace una elegía de la Plaza Nueva, que ahora pretenden remodelar. Señala: “Ni oficinas bancarias quedan en la Plaza Nueva, que antes fue centro de animación movido por el transporte público, intercambiador de líneas de tranvía primero, terminal de paradas de autobuses luego. Aquella Plaza Nueva con sus quioscos y sus sillas de hierro aún con el anagrama ‘EIA’ (Exposición Ibero Americana) en el respaldo, sus tertulias, sus niños jugando y correteando, sus criadas, sus soldados, su puestecillo de agua, hasta un poste de gasolinera había frente a la esquina de la Telefónica, donde se iba a poner conferencias con Madrid”. ¿De qué época hace referencia? Eso de “los niños correteando, las criadas, los soldados…”, uf, solo le ha faltado escribir, refiriéndose al “poste de gasolina”, que era donde acudían las criadas a llenar garrafas de petróleo para las estufas de la casa donde servían. Si nos retrotraemos en el tiempo, todo es posible. Lo que pasa es que ya no quedan criadas, menos aún ejerciendo de niñeras, los chavales se entretienen de otra manera y los soldados de leva desparecieron cuando la mili dejó de ser obligatoria. Fue en 1852 cuando se reformó el Ayuntamiento y se terminó la plaza, que tuvo diferentes nombres: Plaza de San Francisco en recuerdo al convento; Plaza de la Infanta Isabel; Plaza de la Libertad tras la Revolución de 1868; Plaza de la República en 1873; Plaza de San Fernando en el año 1875 tras la Restauración. En tiempos de la Segunda República volvió a ser rebautizada como Plaza de la República, siendo en 1936 rotulada como Plaza Nueva, su nombre actual. En el centro de la misma se encuentra desde 1924 una estatua donde aparecen Alfonso X, García Pérez de Vargas, Ramón Bonifaz y el obispo Remondo. En la cima de esa estatua está el rey san Fernando. La última remodelación data de 2006. Se colocaron bancos, aparcamiento de bicis y una boca de metro. En esa plaza, como digo, se encuentra la fachada neoclásica del Ayuntamiento (reformada el siglo XIX), el edificio de Telefónica y la capilla de san Onofe, que es todo lo que se conserva hoy del antiguo convento de san Francisco. Burgos nos retrotrae, como digo, a la época infantil de Celia, Cuchifritín, Matonkiki y el mago don Pirulo, aquellos entrañables personajes de las viñetas de “Gente menuda” de la revista "Blanco y Negro". Pero los tiempos cambian, las ciudades se renuevan y aquellos ecos de “al cocherito leré”, con las criadas de cofia, uniformes huecos y almidonados y soldados con gorros de borla y polainas cortejándolas en parques, entre castaños de indias, pavos reales y estatuas de próceres desconocidos y llenos de musgo, ya no se escuchan. La comba se rompió de tanto usarla.

 

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