martes, 10 de octubre de 2023

La mili en papel couché

 



Si algo me resulta cansino es escuchar a un conocido sus pequeñas historias relacionadas con el tiempo que sirvió a la Patria como soldado de leva, o sea, lo que le pasó con un sargento chusquero, por qué le enviaron una noche al calabozo, lo aburridas que resultaban la guardias en garita, los toques de trompeta, la mala hostia de un teniente,  la infame comida... Me recordaba aquellas viñetas de “Historias de la puta mili” que Ivá creó  la revista satírica “El Jueves” en 1986. Pues bien, ahora que me he librado de de aquel conocido pesado, cada vez que abro los periódicos me topo con la estancia de la princesa Leonor en la Academia General Militar de Zaragoza en calidad de dama cadete: su primera salida a la ciudad, su jura de bandera, su peinado, etcétera, y la comparación con las otras estancias en la misma Academia tanto de su padre como de su abuelo. Parece ser que la princesa Leonor  seguirá el mismo programa castrense que sus antecesores, es decir, tres años de formación repartidos en tres academias distintas de Tierra (Zaragoza),en la especialidad de Infantería,  Mar (Marín) y Aire (San Javier), estudiando dos cursos en un año en cada una de ellas. Durante su permanencia en Marín embarcará como guardiamarina en el bergantín-goleta  “Juan Sebastián Elcano” y donde más tarde recibirá el despacho de alférez de navío. Parece normal que la heredera al Trono, que en su día será la máxima autoridad militar aunque desprovista por completo de mando, pase por  las tres academias y sepa distinguir un fusil de asalto de una escopeta de feria y una bayoneta de un cuchillo para mondar patatas. Pero lo que no se debe hacer es dar continuamente “la barrila” desde los medios a los lectores de prensa, donde ciertos plumillas se empeñan en contar que la princesa Leonor es en la AGM “una alumna más, sin ningún tipo de privilegios”. Eso no se lo cree ni el tonto del paseo. Pero el que peor lo tiene, a mi entender, es el alumno más estudioso y distinguido de esa promoción, es decir, el verdadero merecedor de “premio al número uno”, que se quedará condenado  a ser el número dos por exigencias del guión. Y ya conocen el dicho: “segundas partes nunca fueron buenas”. Anticipo sin ser profeta a quién se le concederá tal distinción. Para mí que si a Leonor le entregaran directamente el despacho de capitán general de las FAS, los españoles nos ahorraríamos mucho dinero en pompas y vanidades. Como republicano que me considero, soy consciente de que algún día, no sé cuándo, en esta España troceada y mal avenida no quedarán mas que los cuatro reyes de la baraja. Perdimos las últimas posesiones de Ultramar a finales del siglo XIX y ahora dudamos entre ser del Betis o del Sevilla, de Pinto o de Valdemoro, de Frascuelo o de María. Se nos ha concedido el derecho al pataleo mientras el Fisco nos roba la cartera, los diputados se enzarzan en un trabalenguas de mal acomodo y los ricos se esconden para reírse a mandíbula batiente. Nuestra autoestima se encuentra en relación inversa a la subida del aceite, de la luz, de la gasolina y de las hipotecas. A propósito de la mili obligatoria, recuerdo unas viñetas de Ivá, donde un soldado le decía a un superior: “Le digo a usted, mi sargento, que la penúltima hazaña de la Legión digna de una laureada de laurel y valga la redundancia -señor, sí, señor- fue en tiempos del ex ministro Trillo, jurídico de la Armada, cuando reconquistamos el islote de Perejil a tiro de piedra de Marruecos, ocupado por media docena de moros y aproximadamente veinte cabras flacas y no conscriptas. Sólo desertaron los moros, que eran los únicos que sabían nadar”. Aprovecho para recordar a Ramón Tosas Fuentes (Ivá) fallecido el 22 de julio de 1993 en accidente de circulación en Briones, al salirse de la carretera cuando circulaba por una infame calzada en compañía de Ángel Alonso, director teatral, que tuvo mejor suerte.

 

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