Es un hecho cierto que se produce en España un excedente de vino y que no se sabe cómo darle salida. Ayer, la prensa gallega comentaba que las bodegas de la D.O. Ribeira Sacra no comprarán este año uva a los pequeños viticultores. Algo parecido sucede en Extremadura, en La Rioja, en Valdepeñas, etcétera. El caso de la D.O.Toro es distinto. Por un lado, cada año se celebra con carrozas y serpentinas la “Fiesta del vino”; y por otro, COAG asegura que la no concesión de ayudas al arranque de viñedo aboca al abandono de más de 95.000 hectáreas. Pero en esta vida casi todo tiene solución. El vino sobrante puede destinarse a hacer alcohol etílico, como de hecho se está haciendo. Lo que sucede es que el precio por litro abonado (sobre 1,20 euros) es muy inferior al de su comercialización en bodega. Esa es, sin embargo, una forma coherente de equilibrar las capacidades de almacenamiento. Otra medida importante sería la rebaja del precio de las botellas en el mercado por la caída del consumo y de las exportaciones, algo a lo que se resisten los vinateros. Lo cierto es que se bebe menos vino por estar más caro y por haberse reducido la demanda. Hoy, la verdadera guerra comercial se encuentra en el sector de la cerveza, que es la que ha ganado la partida en el consumo del hogar y en la hostelería, y donde todas las multinacionales quieren hacerse hueco. Pero la verdad es que en los bares cada día (y cada tardeo) se piden más cañas de grifo y menos chatos de un vino de dudoso gusto. No cabe duda de que ha habido un cambio generacional. Además de ello, el turismo, principalmente alemán e inglés, que visita nuestro territorio es muy de cerveza, que tiene menos calorías: 50 calorías por mililitro frente a las 70 del vino. Dentro de los vinos, cuanto más joven es, más azúcar contiene. Y de ellos, el que menos engorda es el vino blanco con más de dos años. Tomen nota. El chiquiteo, entendido como tal (medida que equivalía a la cuarta parte de un cuartillo) con vasos cortos de culo gordo y para un solo sorbo, quedará para el Botxo de Bilbao, el Barrio Húmedo de León, la calle Laurel de Logroño y poco más. En el diario El Correo (16/04/18) recuerdo haber leído un artículo de Ana Vega Pérez de Arlucea donde señalaba que “en 1931 la revista gráfica 'Estampa' dedicaba un artículo a los chiquitos y sus chiquiteros como iconos del bilbainismo. Sus templos, locales donde se habla fuerte y se grita y se canta mucho, eran las numerosas tabernas del Casco y Bilbao la Vieja. Eran famosas las de Donato, Zenón, Luciano, Heredia, Samuel, Ochoa, Josechu, Amorrortu, la Zornozana o la del ex dirigente socialista Facundo Pérezagua, quien lo mismo despachaba chiquitos que arengaba mítines. En aquella revista gráfica se incluía, además, una foto en la que se podían ver vasos de auténtico chiquito con culo gordo; esos vasos de cristal, peso descomunal y poco fondo que se venden ahora como suvenires. Estuvieron en uso hasta mediados de los 70 junto a sus inseparables compañeras la jarra de porcelana y la cafetera esmaltada, con las que se rellenaban después de cada trago. En el catálogo de productos de la fábrica de vidrios ‘Cifuentes y Pola’ (Gijón) de 1888, ya aparecían varios vasos similares al que ahora conocemos como chiquito, que originariamente fueron recipientes para lámparas de aceite, según describe José de Orueta en su libro “Memorias de un bilbaíno, 1870 a 1900”.
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