lunes, 7 de octubre de 2024

Pompas y vanidades

 

 

La reina Sofía ha aparecido en público, en Torrejón de Ardoz durante el acto conmemorativo del XIX aniversario de la creación de la Unidad Militar de Emergencias, vestida de oscuro y luciendo el broche-cometa que le regaló Franco con motivo de su boda en 1962.  Se trata de un zafiro cabujón rodeado de diamantes con una estela de hilos de oro amarillo, brillantes y corales creación del joyero Pierre Sterlé y que se colocó en pocas ocasiones: con motivo del bautizo de su hijo Felipe en 1968 y en la boda del príncipe heredero de Hussein de Jordania con Rajwa Al Saif en junio de 2023. A mi entender, la reina Sofía (a mí no me gusta decir ‘emérita’) no debería colocarse un regalo del sátrapa que participó activamente en el golpe de Estado de 1936, que fue responsable directo de la muerte de miles de españoles, del sufrimiento de otros miles de encarcelados por defender la Constitución de 1931 y que gobernó con mano de hierro este país durante casi cuarenta años. No es de recibo que con la Ley de Memoria Democrática (que trata de pasar página, aunque no de olvidar, un periodo histórico de tristísimo recuerdo) se permita que alguien, aunque se trate de la mujer del anterior jefe del Estado, luzca un broche regalado por aquel canalla. Hay regalos envenenados que conviene dejar olvidados para siempre en lo más hondo de un mueble que duerme en una buhardilla, por mucho valor que tenga la pieza. Menos aún, lucirla en un acto militar. También con motivo de aquella la boda en Grecia, el Gobierno de entonces desempolvó y regaló a Sofía una cofia floral (la tiara es una corona papal en desuso)  que posteriormente lució Letizia. Se trata de una pieza de platino y diamantes fabricada en 1876 en la joyería parisina Mellerio a petición de Alfonso XII,  bisabuelo del rey Juan Carlos, vendida en 1929 tras la muerte de María Cristina y que volvió a los Borbones en la boda de Atenas y que Franco había recomprado. Entre las “joyas de pasar” hay otra cofia importante, la de flores de lis, que lució Victoria Eugenia el día de su boda, en 1906. La primera vez que  Sofía la lució fue en marzo de 1983 con motivo de una visita de Estado de los reyes suecos. El día de la abdicación de Juan Carlos, también la llevó. Con el relevo de la Corona, la cofia fabricada por la ‘Joyería Ansorena’ y valorada en 50.000 euros pasó a Letizia, que la llevó puesta sobre la cabeza en la cena de gala con el presidente argentino, Mauricio Macri, y su mujer, Juliana Awada. Hay más cofias: la del Káiser, la de la Chata, la Rusa, la Cartier…; uf, qué lio. Unos llevan la fama y otros cardan la lana. ¡Si las llega a pillar Carmen la Collares…!

 

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