viernes, 18 de octubre de 2024

Echarse al monte

 


Estos días vengo observando que hay diversos programas de televisión dedicados a crímenes, algunos sin resolver, y demás zarandajas morbosas acontecidas en diversos lugares de nuestro suelo patrio. Y uno se marcha a dormir con un cierto desasosiego, convencido de que la maldad está presente hasta en los pueblos más remotos. Pero conservo en mi memoria dos tipos, para mí respetables, que me quitaron el sueño en mi infancia por los relatos que me contaba Anuncia, una señora gallega gran cocinera, cariñosa y fiel empleada en casa de mis abuelos en Lugo, que siempre exageraba en la exposición de los hechos, muchos de ellos relacionados con el maquis, la resistencia antifranquista terminada la guerra aunque no la represión posterior, con presos, ejecuciones sumarísimas, orfanatos repletos, obispos bendiciendo desmanes, etcétera, todo ello demasiado cruel. Juan Fernández Ayala, conocido como Juanin, y Paco Bedoya, protagonistas centrales en los relatos espeluznantes de Anuncia,  resistieron más de una década en los Picos de Europa hasta ser abatidos por la Guardia Civil en 1957. Fueron soldados sin ejército al que servir. Hasta que el miércoles, 24 de abril de aquel año los dos compañeros resistentes y valientes en la lucha antifascista vieron  acercarse a la pareja de la Guardia Civil formada por el cabo Leopoldo Rollán Arenales y el número Ángel Agüeros Rodríguez. Atardecía mansamente y los guerrilleros resistentes descendieron en silencio hasta el cementerio. Allí esperaron agazapados la llegada de la noche y la ocasión propicia para cruzar la carretera y poder escapar desde Murias de Paredes (León) hacia Vega de Liébana (Cantabria). Pero algo se torció. Fue entonces cuando, inesperadamente, el cabo Rollán le apuntó con su pistola reglamentaria (‘Astra’, 9 largo) y en vez de detenerle y esposarle, optó por  más fácil: descerrajarle un tiro a Juanín en el cuello que le seccionó la yugular. Bedoya huyó pero fue abatido en diciembre, en una emboscada en Castro Urdiales. El último hombre perteneciente a la resistencia antifranquista murió cerca de la presa de Belesar (Galicia) el 10 de marzo de 1965. Se llamaba José Castro Veiga, alias El Piloto. Fue abatido por la Guardia Civil de Chantada (Lugo). Tenía entonces 50 años. Hubo más maquis de leyenda: Cristino García, Florencio Pla, los hermanos Quero, Manuela ‘La Parrillera’…, de los que ya nadie se acuerda. Forman parte de la otra Historia, de la que no se cuenta y que daría para muchos guiones cinematográficos.  Que tengan un fin de semana.

 

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