sábado, 19 de octubre de 2024

Fin de una era

Digo yo: si el Diccionario de la RAE tiene 94.000 palabras y en el lenguaje coloquial solo utilizamos alrededor de quinientas, ¿qué hacemos con las que  nos sobran? Todo lo copan las siglas de lo que sea y ese nuevo lenguaje de germanía  que no termino de entender. Te conviertes en un carcamal si no conoces el nombre de alguien que aparece en programas-basura de televisión; crees estar al tanto de todo lo que acontece con solo leer por encima los titulares de la prensa; te consideran un analfabeto si no sabes inglés, o no manejas el ordenador con la soltura de un experto. Pero te llevas una gran sorpresa cuando descubres que la mayoría de la gente ignora a tipos variopintos que hicieron correr mucha tinta en los papeles, o acontecimientos importantes acaecidos hace apenas una treintena de años, durante la Transición. ¿Quién se acuerda de Añoveros, de Manuel de la Concha, de Mariano Rubio, de Javier de la Rosa…? ¿Quién recuerda el caso Sofico, el caso Ibercorp, el caso Matesa, el caso de Redondela con la desaparición de 4.502 toneladas métricas de aceite de oliva y el subsiguiente procesamiento de Alonso Fariña…?  Los ‘franquistas’  están desapareciendo por cuestiones de edad; los ‘juancarlistas’ se esconden debajo de las piedras; a la Iglesia católica le patina el embrague; del ‘prêt-à-porter ‘ se ha pasado a la ropa de marcadillo; del restorán con mesa y mantel, al ‘fast food’ ; de beber cerveza en jarra, a tomarla ‘a morro’ del botellín; del usted, al tuteo de arranque; al sincorbatismo por sistema; a tener que soportar patinetes rodando por las aceras; y lo más indignante, que en los tarjetones de invitación a una boda (que la mayoría de las veces ni nos va ni nos viene) coloquen en la parte inferior el número de la cuenta corriente. Viajamos impregnados de carbonilla en un viejo convoy hacia ninguna parte, y para matar el aburrimiento leemos una jitanjáfora, un texto carente de sentido. Nos estamos empequeñeciendo, haciéndonos liliputienses en un mundo de corpulentos. Hasta la falta de un pisito en una chabola en vertical donde poder malvivir se ha convertido en un  problema desesperante.  Acabaremos no tardando mucho en envidiar a los cangrejos ermitaños, que saben cómo refugiarse dentro de conchas vacías de moluscos. ¿Qué nos sucede? No lo sé. La difícil respuesta bien podría encontrarse en un proverbio árabe: “Si un  hombre dice que pareces un camello, no le hagas caso. Si te lo dicen dos, mírate al espejo”.

 

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