Se acabó el carbón. Las fiestas pilaristas llegaron a su fin en Zaragoza y la gente enfervorizada con flores a María ha vuelto a la normalidad, a la rutina diaria. Todo terminó con un baile de cohetes voladores sobre el Ebro a mayor gloria de la folclórica Chueca. Pero cuentan hoy los periódicos locales que al año que viene las fiestas pilaristas tendrán un día más de apacible jolgorio, por caer la Fiesta Nacional en domingo. También dicen los diarios que Cristóbal Colón pudo ser un judío valenciano, y mi abuela bicicleta si tuviese dos ruedas y un timbre en el moño. Todo es cuestión de extender las ramas del árbol genealógico. Nunca se sabe. Si resulta que Felipe VI es nieto en decimotercer grado de Diego Velázquez, según aclaró Juan Balansó en el diario ABC y Letizia Ortiz tiene linaje histórico al estar emparentada directamente con el rey Fernando II de León, hijo de Alfonso VII, rey de Castilla y León y de doña Berenguela, como señala un tal Javier Cordero Aparicio, amigo de Menchu Álvarez del Valle (después de haber consultado un rabo de archivos históricos), bien pudiera ser que Rita Barberá estuviese emparentada con Rodrigo de Triana, Felipe González con el payaso Marcelino, o que servidor de ustedes tenga cierto parentesco remoto con el cura Merino, que intentó apuñalar a Isabel II en la basílica de Atocha y que ésta se libró de la muerte gracias a que el corsé con ballenas amortiguó el pinchazo. A ese árbol habría que podarle muchas ramas para mitigar los efectos no deseados de la estulticia. En rigor, de todo ello, solo es cierto lo del cura Merino. Pérez Galdós relata a lo largo de sus cuatro tomos de ‘Fortunata y Jacinta’ cuando el verdugo le colocó la argolla en su pescuezo y Merino, con la frialdad que le caracterizaba, le dijo: “Ea, cuando usted quiera”. Que el lunes les sea leve.
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