Según un decreto de la Junta de Galicia de 2012 se
consideran furanchos “los locales utilizados, en su mayoría, como vivienda donde sus propietarios venden el excedente del vino de cosecha
propia elaborado en casa para su consumo particular, junto con las raciones que,
como productos alimenticios preparados regularmente por ellos, sirvan de
acompañamiento”. Suelen estar situados en carreteras secundarias de Galicia y
se reconocen por tener una rama de laurel colgada en la puerta. Por ese motivo
se les denomina también ‘loureiros’.
En aquellas viviendas se vende al recién llegado el excedente de vino que el cosechero (‘colleiterio’) decide ponerlo a la venta in situ, sin tener que ofrecerse mediante
regateo a taberneros de la zona. Es costumbre aceptada servir el vino en taza o jarra,
nunca en botella, y directamente del barril. Al tiempo de servirlo al recién
llegado, se le ofrecen raciones a elegir de entre once productos culinarios de una lista. Raquel Piñeiro (El País, ‘El Comidista’, 15/95/2917) señalaba que “hoy, la normativa
los diferencia de forma clara, para tranquilizar a aquellos hosteleros que
veían en ellos verdaderos restaurantes clandestinos. El furancho de verdad
tiene que cumplir los requisitos que exige la norma: tener viñas propias, que
estén registradas y que se haga una declaración de la uva y el mosto que se
recogen en cada cosecha. Además, se necesita presentar una memoria de los
alimentos en venta en el Ayuntamiento correspondiente. Si se cumplen todos los
requisitos exigidos en la normativa se concederá una placa con un número de
actividad. Es entonces cuando el furancheiro podrá poner la rama de laurel en
la puerta junto a placa identificativa y la licencia a la vista”. Los furanchos
con papeles en regla están autorizados para abrir al público 3 meses en el
plazo de tiempo comprendido entre el comienzo de
diciembre y el 30 de junio. Las raciones
que se ofrecen al visitante suelen ser huertas y corrales propios anejos a
las casas, de excelente calidad. Los furanchos, que desde tiempo inmemorial fueron
un secreto a voces, hoy están regulados aunque siguen existiendo muchos otros sin
regularizar y que se distinguen por la consabida rama de laurel en la puerta y
el práctico “sistema de boca a oreja”. No cabe duda de que el storytelling llevado a cabo por una persona sin ningún interés particular en el negocio es mucho más efectivo y tiene una credibilidad mayor que las campañas publicitarias.