lunes, 18 de noviembre de 2024

Sobre lo espontáneo

 

Cuando voy a alguna casa lo primero que miro es si en ella hay libros aunque sea en ediciones de bolsillo. No me sirve que en la sala haya un aparador con trofeos de juego de guiñote de taberna sobre un cursi tapete de ganchillo, o esas tonterías que regalaban las cajas de ahorro, casi todas de ámbito regional con duras tapas de cartoné, poco contenido y temas intrascendentes, o una docena de enciclopedias obsoletas a la hora de precisar hacer una consulta. Ayer comentaba que en el zaragozano barrio de Arrabal se había hecho un homenaje a Jorge Ibor, alias Cuello Corto, héroe de los Sitios, por parte de una asociación de vecinos de ese barrio. Según supe, se había aprovechado la efeméride para dar el nombre de Carlos Melús, sacerdote amigo de todo lo relacionado con los Sitios, a una minúscula plazuela en el cogollo más antiguo de ese barrio y que pasará a denominarse en el callejero oficial como “replaceta de Carlos Melús”. Me llamó la atención la palabra “replaceta”, que busqué en el diccionario de “Casares” sin encontrarla, aunque sí me  apareció en el cuarto tomo del “Sopena” y en el Diccionario de la RAE donde era considerada como un aragonesismo a mi entender en desuso. Me sucedió algo parecido cuando escuché la palabra “encorrer”, también de uso común en Aragón, equivalente a “perseguir” y que no está admitida a día de hoy en ese Diccionario. Lamento no poder contar con la sabiduría del filólogo e ilustre zaragozano (de la calle Predicadores nada menos) Fernando Lázaro Carreter y “El dardo en la palabra” que tantas cosas me aclaró. Nos dejó hace veinte años y sus cenizas reposan en el cementerio de Magallón, el pueblo de sus progenitores. Aquellos artículos semanales de los que mucho aprendí aparecieron, primero de la mano de Jesús de la Serna en el diario vespertino Informaciones, después en El País, animado por Luis María Anson al poco de ser nombrado director de la Agencia EFE. En el prólogo de un libro recopilatorio de sus “Dardos” (Círculo de Lectores, 1997) pude leer algo que me hizo reflexionar: “Tan espontaneo es el ‘andé’ del niño como el ‘anduve’ de la madre que lo corrige; simplemente, ésta actúa en un nivel cultural superior”. En definitiva, si a Carlos Melús el Ayuntamiento de Zaragoza le dedica una plazuela, valga el término replaceta. A todas las cosas, también las palabras, que en su día fueron de utilidad por estar incluidas en el lenguaje coloquial, se les puede dar una segunda vida. Y si para lograrlo hay que ‘encorrer’ a alguien, se le ‘encorre’ a calzón quitado, aunque tal vocablo no exista formalmente, como le sucede a la palabra "flamenquín", un plato típico de la ciudad de Bujalance, en la provincia de Córdoba, creado en la taberna El Gallo y cuya palabra no desea la RAE que sea incluida en el Diccionario de la Docta Casa por razones que desconozco.

 

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