lunes, 4 de noviembre de 2024

Mortales embudos

 

 

Las noticias sobre la dana centrada en Valencia que veo en televisión y leo en la prensa no dejan de sorprenderme. Me sorprendió Felipe VI aguantando el tipo en Paiporta ante la lluvia de barro lanzada por unos descerebrados; comprendí la marcha de Sánchez de aquel avispero ante los insultos intolerables de una turba incontrolada y tras haber recibido un golpe en la espalda con una pala; y pude ver a un figurín, Mazón, incapaz de manejar unos sucesos trágicos en esa región por su incompetencia manifiesta. Y lo peor de todo, pude ver a unos tipos de ideología ultraderechistas provistos de estacas y llenos de odio dispuestos a cargarse el Estado de derecho. También, los malnacidos que se han dedicado al pillaje aprovechando la pena, la confusión y la oscuridad. Me ha sorprendido, para mal, una noticia que he podido leer hoy en El Progreso, de Lugo, donde señala que una sobrina del jefe del Estado, Victoria Federica, en una publicación en su cuenta de Instagram, vino a decir que “el rey sufre por su pueblo mientras el  presidente lo desprecia”. Eso, manifestado por la sobrina del rey, no es de recibo. Porque una de tres: carece de empatía,  está mal informada, o es torpe. Esas cosas solo son admisibles en boca de un gañán de cortijo. Me inclino más por los segundo. Lo cierto es que Sánchez tuvo que ser evacuado por su protocolo de seguridad ante la situación creada por esos violentos. También un escolta del rey sufrió una brecha en la cabeza. A mi entender, la hija de la infanta Elena debería ser más prudente al enjuiciar lo que desconoce. De la misma manera, eché de menos una nota breve de apoyo a los valencianos que lo han perdido todo por parte del rey Juan Carlos. Pero no pasa nada. Por el humo se sabe dónde está el fuego, cada uno quedará por lo que fue a juicio de los españoles y de la Historia, y el tiempo pondrá cada cosa en su sitio. Los voluntarios anónimos, dándolo todo a cambio de nada y sin esperar recompensas, han demostrado ser los verdaderos patriotas, como ocurre siempre en estos casos. La barrancada inesperada en una zona que abarca 50.000 hectáreas posiblemente hubiese sido evitada de haberse llevado a cabo unas reformas necesarias en la rambla del Poyo, también llamado barranco de Chiva, entre los ríos Turia y Júcar, desviando su cauce en una depresión endorreica (sin salida directa al mar),  pero un  proyecto de 2007 para tal reforma quedó olvidado en un cajón de no sabemos qué despacho. Y así sucedió lo previsible, o sea, que el agua desembocó en tromba donde se aglomeran multitud de industrias, almacenes, talleres, fábricas, centros logísticos, comerciales y la carretera de Madrid. El número de fallecidos y desaparecidos se desconoce por el momento, entre otras razones, por la falta de información actualizada por parte de la Generalidad valenciana. Pero todo se sabrá tarde o temprano. Aquí ya no sirve la ocultación de muertos y desaparecidos, como pasó con roturas de presas o desastres ferroviarios durante la época franquista, con indemnizaciones irrisorias, como en el vergonzoso caso de Ribadelago (Zamora) en 1959, donde fueron exiguas y discriminatorias: 90.000 pesetas por cada hombre, 80.000 por cada mujer y 25.000 por cada niño menor de 15 años. Pero hubo un mayor desprecio hacia las víctimas. La empresa Moncabril fue condenada a pagar casi 20 millones de pesetas para indemnizaciones, pero muchas no se hicieron efectivas por la desaparición en el Lago de Sanabria de la mayor parte de los fallecidos. El ególatra e infame dictador, que inauguraba pantanos como el que hace rosquillas (muchos de ellos con planos incautados a la República y proyectados durante el ministerio de Indalecio Prieto) hizo construir un nuevo poblado cercano al desaparecido, que se “bautizó” como Ribadelago de Franco y que en la actualidad se llama Ribadelago Nuevo.

 

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