viernes, 24 de enero de 2014

Tiempos recios





Blanca Rodríguez Ruiz, en El Correo de Andalucía, señala que “la Corona española juega con ventaja. Juega con la ventaja de conocer la indolencia de un país acostumbrado a convivir con normalidad con la corrupción, y a que ésta no pase factura política. Juega con la ventaja de convivir con otras instituciones inútiles (pensemos en el Senado) y situaciones disfuncionales (pensemos en nuestro caótico Estado Autonómico). Cuenta con nuestra resistencia atávica a reformar la Constitución, especialmente en materias, como la Jefatura del Estado, cuya revisión pasa por la disolución de las Cortes para ser aprobada por dos legislaturas”. En esta caótica España de nuestros desvelos, con la que está cayendo, es decir, con la continua destrucción de empleo (en el transcurso del Gobierno Rajoy el paro ha aumentado en un millón cincuenta mil ciudadanos) pese al aparente progreso en los datos macroeconómicos, a muchos comentaristas de radio y televisión sólo les preocupa si la infanta Cristina debería o no abdicar de sus derechos dinásticos,  si deberá o no bajar la rampa de los Juzgados de Palma el próximo 8 de febrero,  si lo debería hacer a pie o en coche,  si será o no abucheada, o si se alquilarán o no balcones como si se tratase de los encierros en los sanfermines. Pero al españolito corriente, que no le llega el sueldo a fin de mes, le traen al pairo  todas esas cuestiones. El ciudadano corriente, digo, sabe sin que nadie se lo cuente, que la Justicia no es igual para todos; y que, en el supuesto de que así fuese, a los poderosos que nos han llevado a todos a la peor de las ruinas siempre les quedará el brazo salvador del indulto en Consejo de Ministros, que es como el “milagroso” brazo de santa Teresa, la “intercesora en estos tiempos recios”, que dice el ministro del Interior, Fernández Díaz. Este ministro, conocido su fervor por Teresa de Cepeda, merecería haber sido el encargado de cambiar la teresiana por el tricornio en la Guardia Civil. ¡Lástima que se le adelantase Luis Roldán! No tardando mucho podría ser que hasta viéramos al ministro Fernández Díaz recitando aquello de “vivo sin vivir en mí,/ y tan alto cargo espero,/ que muero porque no muero”, o  presidiendo en Ávila el Ilustre Patronato de la Santísima Trinidad y Nuestra Señora de las Vacas, que porta el paso del Cristo de la Ilusión. Que de ilusión también se vive en este corral de comedias. Tiempos recios, como el vino de garnacha peleón que hacen en Maluenda, el pueblo aragonés que tanto le gusta visitar a este ministro del Interior con tanto fuego interior en su éxtasis místico.

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