El diario madrileño que dirige
Marhuenda da las noticias como si se tratasen del añorado crítico taurino de ABC, Vicente
Zabala, al que le pilló el peor de los toros, un morlaco alado de American
Airlines en el Valle de Cauca hace ya 18 años. Pues bien, para decir que el Rey
ha recibido hoy las cartas credenciales de 17 embajadores, comenta: “El Rey
recibe de pie y sin muletas a varios embajadores”. Dicho así, es como si don
Juan Carlos, de purísima y oro, hubiese recibido al primer morlaco de su lote a
porta gayola con una larga cambiada. La mejoría experimentada por el Rey tras
la última operación nos alegra a todos. Otra cosa distinta es que, a partir de
ahora, el ministro de Asuntos Exteriores, García Margallo, deba lidiar asuntos
diplomáticos con el nuevo embajador de Corea del Norte, nuevo en esta plaza, o
con el representante venezolano nombrado por Nicolás Maduro, que portaba un
traje de color marrón (un liqui-liqui) que le ha parecido “muy elegante” al
Rey. Antes, la cosa era distinta. Los embajadores, montados en carrozas y
vestidos de uniforme, acudían al Palacio Real días después haber entregado las
Cartas de Estilo al Introductor de Embajadores en su despacho del Palacio de
Santa Cruz. Una vez realizado el protocolo de Palacio, el nuevo embajador,
acompañado del alto funcionario diplomático y de los miembros de la misión,
abandonaba la Cámara Oficial
de palacio por la puerta de la saleta
denominada El Tranvía de la
Cámara. En esta estancia, el jefe de Protocolo de la Casa del Rey despedía al embajador. Y ya a la salida
del Palacio Real, una sección de pífanos y tambores de la Guardia Real interpretaba el
Himno Nacional. Pero las cosas, como digo, han cambiado. Todo es más sencillo y
rápido, como hemos podido leer en las crónicas de prensa. Hoy, 15 de enero, la Iglesia Católica celebra la
fiesta de san Francisco de Capillas, Ignacio Urdangarín cumple años, a nadie le
importa cuántos, y el fiscal Horrach –según leo en El País- “acusa al juez
Castro de recurrir a teorías conspirativas”. Creo que Pedro Horrach debería
hacérselo mirar. Para mí que se le va la olla.
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