En “Libertad digital” se comenta
que “el Gobierno no quiere una fotografía de la infanta yendo a declarar. Cree
que daña la institución, y con ello al rey y al heredero”. Si alguien ha dañado
a la Corona, a
mi entender, son la infanta y su marido. Pues nada, si el Gobierno no quiere la
foto, que Roca recurra y la
Audiencia vuelva a desautorizar el auto. Así convertiremos
esta “inusual situación” en el Bolero de Ravel, aunque con más clamor y murga.
A los españoles creo que les da igual el resultado final de este “culebrón”.
Hay otras prioridades, como la de intentar encontrar trabajo o la de poder
comer algo de fuste aunque sólo sea una vez al día. Ya comentaba ayer que en
España no hacía falta de modo alguno la reinstauración borbónica impuesta desde
el régimen anterior. Como hoy cuenta Pablo Sebastián, “En la imputación -por
segunda vez- de la
Infanta Cristina en el caso Nóos está en juego no solo la
situación procesal de la hija del Rey sino el imperio de la Ley y el Estado de Derecho, por
cuanto doña Cristina -que carece de cualquier aforamiento- no puede recibir un
trato de favor ni eludir la acción de la Justicia”. José Oneto, en el mismo diario
digital, “República de las Ideas.com”, cuenta que “tras la imagen de cansancio,
dubitativa del Rey, en su discurso ante la cúpula militar el pasado día de
Reyes, la noticia de la imputación de su hija, veinticuatro horas más tarde, es
un dato más de los momentos malos que está viviendo la Monarquía, y cuyo final,
a estas alturas, se presenta como imprevisible”. Y Fernando González Urbaneja pone la guinda a
este sindiós: “Nadie sale bien librado de la investigación. El fiscal hace el
ridículo y propicia la idea de que la Fiscalía está al servicio de falsos intereses de
Estado. Ha intentado evitar la imputación y lo que ha conseguido es consolidar
la posible culpabilidad. El heroico juez que resiste las presiones va a
culminar la instrucción más famosa del año que tiene muchas posibilidades de
quedar luego en muy poco. Un costoso viaje de mucho ruido y pocas nueces. No
sale mejor librada la
Agencia Tributaria y los informes que ha ido remitiendo al
juez arrastrando los pies y con los ojos y los oídos atentos a las sugerencias
de la superioridad. La Casa
Real, la
Jefatura del Estado, ha manejado el asunto con torpeza, nada
ha salido como han pretendido y esperado y el tráfico subterráneo de presiones
e influencias en torno a la instrucción roza lo vergonzoso”. El auto del juez
Castro, que lo he leído en su integridad, uf, es fruto de un considerable brío.
Pero aquí, además de autos, hay motos y camionetas. La moto la pretende
“vender” la Fiscalía,
la Abogacía
del Estado, La Agencia Tributaria
y el periódico que dirige Marhuenda. Y la camioneta está custodiada por el tipo
del martirio, o sea, por Rafael Spottorno, que cuando habla con la Prensa parece que susurra
barcarolas: “Están clavadas dos cruces/ en el monte del olvido…”, cuando sería
más propio que hubiese esperado hasta conocer las declaraciones de la infanta
ante el juez Castro. Pero ya puestos a susurrar cancioncillas pastoriles, a mí
sólo se me ocurre eso de “quita de en
medio que va a pasar/ la camioneta, la camioneta,/ quita de en medio que va a
pasar/ la camioneta de mi papá”. ¡Señor, qué cruz¡
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