Ayer escribía sobre las puertas
que tuvo Zaragoza y, hoy, leyendo a
Pascual González en El Correo de Andalucía me entero a qué debe su nombre la
sevillana Puerta de la Carne. Dice
González: “Cipión y Berganza son los dos canes protagonistas principales de la
novela ejemplar “El coloquio de los perros”, en la que Miguel de Cervantes
inmortaliza el matadero sevillano donde nació Berganza como uno de los tres
lugares que le quedaban al rey por ganar en Sevilla. Un matadero situado en los
extramuros de la ciudad y por el que toma el nombre una de las desaparecidas
puertas de acceso a la metrópolis hispalense, conocida popularmente como la Puerta de la Carne. Situada en
la confluencia de Santa María la
Blanca con Cano y Cueto, esta puerta llamada de Minjoar por
los musulmanes, recibió varios nombres a lo largo de su historia, como Puerta
de las Perlas o Bab Yahwar en la época almohade, y Puerta de las Juderías,
habida cuenta de que era la única entrada exterior al acotado barrio de la Judería, en cuya travesía
principal se ubicaba el mercado o zoco de la Azuaica”. Fue derribada en 1839. En Zaragoza, que
había doce, sólo queda una, la
Puerta del Carmen. Y es que ahora ya no se estilan las
puertas que cerraban las ciudades y que también servían para cobrar tributos a
los mercaderes que penetraban para hacer negocio, como “no se estila, / ya sé
que no se estila/ que te pongas para cenar /jazmines en el ojal”. Hoy sólo se
llevan las puertas giratorias, no en los cafés, que tampoco quedan, sino esas que utilizan los altos cargos de la Administración
cuando cesan y se marchan a trabajar a la empresa privada, siempre en beneficio
del interés privado y casi siempre en perjuicio del interés público. Unos
políticos, la mayoría de ellos de una impericia demostrada que, si volviesen a
ser llamados por el presidente del Gobierno para un puesto de mayor calado,
verbigracia una cartera ministerial, se pasarían el día recordando a los medios
el “sacrificio” que les conllevó volver a la política por “el bien de España”,
eso sí, perdiendo dinero. Es lo que se conoce como “retro-pantouflage”. La
puerta giratoria la han utilizado, entre otros, Acebes, Zaplana, Felipe
González, Aznar, Piqué, Boyer, Narcis Serra, Rato, Salgado, Michavila, Atienza,
Matutes, Tocino, Guindos, Martín Villa, Javier Solana, Lladó, Croissier; y hasta sindicalistas como Nicolás Redondo en
FCC. Es la otra Puerta de la
Carne, pero de la
carne momia, que diría Montesinos, el
primo de Durandarte, al que sacó el corazón para llevárselo a la señora Belerma.
Aquí, casi todos ellos han dejado “por el bien de España” a los ciudadanos
clareándoseles la raspa, pero ellos, los políticos de ida y vuelta, siguen
ganando dinero a capazos sin echar la vista atrás, para no convertirse en
estatuas de sal en la historia reciente. Cela tuvo una máxima que le funcionó en vida:
“El que resiste, gana”. Ellos tienen otra: “El que venga atrás, que arree”.
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