No sé dónde vamos a llegar. Una
cosa es que el PP desee privatizar los servicios de Salud y otra muy distinta
que el cartelón del Hospital Clínico Universitario “Lozano Blesa” de Zaragoza
se caiga al suelo hiriendo a varios transeúntes, como ha acontecido esta
mañana. Le echan la culpa al cierzo. El
caso es que a uno de ellos le han tenido que intervenir quirúrgicamente y
posteriormente trasladarlo a la UCI. A los
otros dos heridos, que han tenido más suerte en la pedrea, les han puesto unos
esparadrapos y les han dejado que continuasen su camino, o que siguieran
fumando en la puerta, que no sé. Hay que tener cuidado cuando te acercas a un
hospital y mucho más si penetras en él para visitar a un amigo. Pueden ocurrir
dos cosas, una que pilles un microbio hospitalario; que entonces vas listo.
Otra, que te pille un enfermero que traslada a un paciente en silla de ruedas.
A mí me sucedió lo segundo. Me embistió por detrás un despistado camillero con
la mala fortuna de que me dio con uno de los apoyos de los pies de una silla en
el tendón de Aquiles. Me hizo un corte y se quedó tan fresco. Y es que algunos
camilleros transportan las sillas con los enfermos como si fueran cabezas de
toro con ruedas en la práctica del toreo de salón. Desde entonces aprendí la
lección: no hay que perder nunca la cara ni al toro ni al enfermero despistado.
Como te salgas del cuadro en la arena o en la baldosa de terrazo, uno u otro,
es decir, el toro o el enfermero, te remiten a la enfermería a que te envuelvan
en vendajes. Lo malo de España no es que se estén cargando la sanidad pública,
sino que a los camilleros, tras los accidentes, nadie con autoridad bastante
les practiquen la prueba de alcoholemia. ¡Qué menos¡
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