San Antón, o san Antonio de Enero,
o san Antonio Abad es el portero del Infierno y el encargado de proteger a los
animales. También ese santo era el encargado de curar el llamado “fuego de san
Antonio”, producido por los alcaloides del cornezuelo del centeno, muy
extendido durante la Edad
Media. Producía dos tipos de ergotismo, el ergotismo
gangrenoso y el ergotismo convulsivo. Sobre el ergotismo gangrenoso, entre los
siglos IX y XI, puede observarse uno de los canecillos (el primero del lado
sur) que hay bajo el alero en la iglesia de Javierrelatre (Huesca). Ahí se
intuye el dolor producido por la isquemia. Se puede ver labrado en piedra a un
demonio devorando un pie. Lo cierto es que por aquel proceso de gangrena y
momificación se podía llegar a desprender una extremidad sin sangrar. Por
aquellos tiempos se “recomendaba” peregrinar a Santiago de Compostela como
remedio casi seguro del horrible padecimiento. No es que el santo produjera
milagro alguno, sino que durante la larga travesía se dejaba de comer pan de
centeno con hongos tóxicos (Claviceps
Púrpurea) y a corto plazo mejoraba el enfermo. Fue tal el número de
enfermos que en 1095 se fundó la
Orden de Canónigos Agustinianos Hospitalarios de San Antón,
llenando el Camino de Santiago de hospitales. A estos canónigos agustinianos se
les distinguía por portar una cruz azul en forma de “T” en el pecho sobre su
hábito de color negro. El hongo tóxico tenía forma de espolón y sobresalía de
la espiga. Y de ahí proviene el nombre de “ergotismo” puesto que “ergot”, en
francés, es el nombre del espolón del gallo de corral. El hongo contaminaba la
harina de ergotamina, derivado del ácido lisérgico (sintetizada la dietilamida
de ese ácido en 1938 por Albert Hofmann)
y esa fue la causa de tanto sufrimiento. La Iglesia Católica se benefició
de la “bondad” de las peregrinaciones a Galicia por cuestiones de fe y tal vez
ese fuese el principal motivo por el que se invitaba a hacer el Camino de
Santiago. Costumbre que por diferentes motivos se sigue manteniendo en nuestros
días. Posiblemente la costumbre acendrada de hacer hogueras en todas las plazas
de los pueblos la víspera de san Antón tenga mucho que ver con aquel terrible
fuego de san Antonio. Enero es tiempo de matancía y se suele aprovechar para que
los vecinos asen en las hogueras productos del cerdo. Lo dice la letra de
una vieja canción popular: “Por san
Antón / el que no mata cochino / no come morcillón”.
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