No sé, ya verán como un día de
estos el Grupo Hepta, del padre Pilón, será reclamado en La Moncloa para que analice
ciertos fenómenos paranormales. Ahora resulta que cuando un destacado militante
del PP, pongamos por caso a José Antonio Monago, el bombero-presidente, se
permite hacer algún análisis subjetivo sobre la política actual seguida por el
Gobierno y que no termina de convencer al pusilánime Rajoy, aparece por La Moncloa el fantasma de Vox
arrastrando las cadenas, ese grupo político nacido de la mano de Ortega Lara,
Santiago Abascal, Ignacio Camuñas y José Luis González Quirós que está tomando
cuerpo y desde donde se piensa nombrar candidato a las “europeas” del próximo
25 de mayo. Yo creía que “Vox” era la marca de un diccionario de latín, o de
inglés, que también, que le vendría de maravilla a Rajoy para poder entenderse
con Obama sin traductor, o para que pudiese conocer el significado de “Nec
audiendi qui solent dicere, Vox populi, vox Dei, quum tumultuositas vulgi
semper insaniae proxima sit” sin tener que recurrir a Rouco Varela, pero eso ya
es pedir peras al olmo. Rajoy confunde la bajada del paro (69.000 personas
en 2013) con los residentes que emigran
y con aquellos otros que, por desaliento, decide tirar la toalla y ya ni se
molestan en inscribirse en las oficinas del INEM. Alcuino de York, que enseñó
durante ocho años en la Escuela Palatina,
donde se impartía de Trivium y Cuadrivium, o sea, las siete artes liberales que
ahora maneja aunque con más clamor y murga el ministro Wert, fue el autor de la
frase latina por él dirigida a
Carlomagno: “No debería escucharse a los que acostumbran a decir que la voz del
pueblo es la voz de Dios, pues el desenfreno del vulgo está siempre cercano a
la locura”. El Grupo Hepta puede que ya haya analizado el fenómeno y realizado
el correspondiente informe: “el bipartidismo está a punto de fenecer, la
aparición de nuevas alternativas es evidente, la inyección que tiene
adormecidos a los españoles pierde eficacia y el espectro de otras Cortes
Constituyentes planea sobre Madrid, capital del Reino, como un águila
bicefálica que se alimenta de rosas, gaviotas y sitiales”.
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