Cuenta Burgos hoy con esa gracia
que le caracteriza, en referencia a Artur Mas, que “tiene cara de anuncio de
loción para después del afeitado”. Se debe referir al anuncio de aquel “Floïd
genuino”, en sus variedades de mentolado suave y mentolado vigoroso, que había
en todos los armarios de las viejas peluquerías de caballeros. Hay pequeñas
cosas que, sin saber por qué, han ido desapareciendo del entorno de nuestras
vidas. Pasó con el “Floïd”, con el “Calmante vitaminado” (que llegó a ser de
Ruiz Mateos), con el “Megral”, con el “Fercobre fólico”, con las dolorosas
inyecciones de “Hepal-crudo”, con la brillantina “Mirlo”, con el “Tosidrín”,
con las bolitas de naftalina, con el linimento “Sloan”… Uf, la lista sería
interminable. Con el que no hay forma de terminar es con Artur Mas, que
pretende lanzar a los catalanes por el acantilado de La Halconera, en el macizo
del Garraf, sin parapente y sin una estampita de san Antonio que les ampare en
su inevitable hostión. Este hombre está empeñado en que Cataluña sea como el
Principado de Andorra pero con otras parroquias y otros supermercados. Hasta en
la confección de la posible bandera han tenido poco gusto. La bandera de
Andorra, al menos, dispone de tres barras horizontales, roja, amarilla y azul,
y una corona que parece ideada por don Heraclio Fournier. Pero la catalana,
además de las honrosas barras aragonesas, posee en su lado izquierdo una
estrella blanca de cinco puntas sobre fondo azul como copiada de la bandera de
Cuba. En eso le gana la bandera de la Comunidad de Madrid, que dispone de 7 estrellas,
7, todas ellas blancas, de cinco puntas y sobre fondo carmesí, en recuerdo del
Pendón de Castilla, que era carmesí y no morado, como erróneamente se consideró
durante la Segunda
República. Cada estrella representa a cada una de las
existentes en la constelación de la Osa
Mayor, por aquello de la Osa y el Madroño del escudo de la capital. Y aquí
sería conveniente hacer una precisión: púrpura se designa a un color violáceo
que a veces se ha confundido con el color morado, especialmente en paños viejos
ajados por el sol. Y púrpura es la figura heráldica del Reino de León, o sea,
el león rampante de su bandera con fondo blanco. Carmesí era el color de la
bandera de los Comuneros de Castilla, sobre el que había un castillo en
amarillo con ventanas azules. Quizás ese parecido en los matices entre ambas
tonalidades llevó a la errónea creencia en 1931 de que el Pendón de Castilla
era morado. También es cierto que, en 1693, el tercio de infantería de Castilla, que en la
actualidad se denomina Inmemorial del Rey,
adoptó el uniforme morado, ya que sus topas habían sido reclutadas por
un purpurado, es decir, por un obispo. Y en 1703 se creó el Regimiento de
Reales Guardias de Infantería Española, que también adoptó el color morado en
su bandera principal, conocida como coronela, en vez de la blanca
reglamentaria. Como decía aquel, para gustos están los colores.
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