Lo que está sucediendo en España
no pasa ni en la República
de Burundi. En tiempos de Aznar se adquirieron dos aparatos de segunda mano a
Air France y costaron 172 millones de pesetas que, según leo en “República.es”
el montante de esos aviones “se pagó en seis anualidades hasta 2005. Los
aparatos –sigue contando ese periódico digital- ya tenían entonces 12 y 13 años
de antigüedad y haber adquirido dos nuevos y con mejor tecnología de la propia
Airbus habría costado 60 millones menos (30 por avión). Las dos aeronaves A310
fueron acondicionadas en la fábrica de Airbus de Toulouse para su nuevo uso y
se estrenaron en septiembre de 2003. Aunque su primer vuelo lo realizó en 1982”. Pues bien, el Príncipe
de Asturias, que ahora se dirigía a Honduras para asistir mañana a la toma de
posesión de Juan Orlando Hernández, ha tenido que aterrizar en la República Dominicana
por un “fallo técnico”. No es la primera vez que sucede. El pasado 25 de
noviembre, el Príncipe ya tuvo que suspender su visita a Brasil. Estas cosas no
pueden suceder en un Estado moderno. No es de recibo que el Heredero de la Corona tenga que
encomendarse a san Judas Tadeo, abogado de lo imposible, o a san Expedito, o a
santa Rita de Casia, cada vez que deba ponerse en viaje, bien representando al
Rey, o bien representando a España. La seguridad en los aviones de la Fuerza Aérea Española debe ser
meticulosa. Y si fuese necesario comprar nuevos aviones para sustituir a los
actuales, como en su día se hizo con los dos viejos Boeing 707, que se haga sin
demora. Mal podemos vender la Marca España
si nuestros principales representantes, el Rey o el Príncipe de Asturias, no
pueden llegar a su destino por estúpidos fallos técnicos en los aparatos que
deben transportarles, de la misma manera que yo no marcharía hasta Cádiz desde
Zaragoza, que es mi lugar de residencia, en un viejo utilitario comprado de
segunda mano que pierde aceite, va mal de batería y tiene las ruedas
desgastadas. La integridad física de las personas, también del Jefe del Estado,
del Príncipe o de los ministros en misiones de Gobierno, debe estar aseguradas
en todo momento. Pero la imagen exterior que damos es de vergüenza. El ministro
de Defensa, Pedro Morenés, a mi entender, debería explicar esta anómala
situación en Congreso de los Diputados.
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