viernes, 16 de abril de 2010

Corona sí, pero torreada

En el tercer número del periódico digital “República de las ideas.es”, aparece un artículo de Jaime Peñafiel, titulado Esa chorrada de “la república coronada”, que no tiene desperdicio. De entrada, en el tercer párrafo, refiriéndose al programa “La Noria”, de Tele 5, afirma: “nunca sabes lo que va a salir por el chiquero. Unas veces es un deshecho (sic) de tienta, otras auténticos “vitorinos” cuando no “miuras”, que es lo mismo”. Ya empezamos mal. Peñafiel confunde los verbos deshacer con desechar. Pero, al certificar las corridas de toros que a él le toca lidiar, hace referencia a Iñaki Anasagasti, senador al que compara con un astado de “divisa verde-blanca-roja y hierro del PNV”. En su artículo “Sobre el calamar”, Julio Camba dejó escrito que “el calamar se parece al periodista en dos cosas fundamentales: en que puede tomar a voluntad el color que más le convenga y en que se defiende con la tinta”. Este compañero de la prensa submarina, me refiero al el calamar, supongo que podría impartir clases de reciclaje a ciertos periodistas que van de “sobrados” por la vida si tuviese la capacidad necesaria como para subirse en una tarima y poder vocalizar. Naturalmente que el escudo de la República lleva corona, como cualquier madrileño puede comprobar con sólo observar el frontis de la Estación de Atocha. Pero esa corona es torreada. Este periodista cortesano, pero de cuando Fernando VII usaba paletó, debería saber que ya en la mitad del siglo III a. de C. se fecha un relieve votivo del Palazzo Reale de Venecia, donde Cybeles aparece de pie con tympanon, cetro y corona torreada junto a un león; y delante de ella se encuentran Attis y dos oferentes. Pero las ramas de su obsesión enfermiza contra Letizia Ortiz no le deja ver el bosque de una soberanía residente en el Pueblo. La corona torreada, y eso debería saberlo Peñafiel, no tiene nada que ver con la sangre azul, sino con el trofeo que se concedía a aquel soldado que primero escalaba la torre durante los ataques. En otro párrafo del mismo artículo, Peñafiel se despacha de esta guisa: “otra cosa es que el Borbón actualmente reinante, con ese olfato político heredado de su padre, prefiriera , en su día, ser el soberano de un país gobernado por la izquierda. Sabía que si tal cosa sucedía, su persona, como rey, estaría consolidada. Otra cosa es la Monarquía como Institución. A diferencia del Reino Unido, en España apenas se deja sentir porque monárquicos, pocos; juancarlistas, millones. Con el peligro consiguiente”. ¡Chupa del frasco, Carrasco! En fin, no sigo. Hago muy mala sangre.

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