viernes, 23 de abril de 2010

¡Ojo al parche!

Pues sí, parece que va a tener razón Evo Morales. Últimamente (también dice que le ocurre algo parecido a Pilar Rahola), estoy notando que me crecen las tetas. Voy a tener que dejar de ir a ese maldito restorán del polígono industrial, donde se mezcla la grasa de los monos de trabajo en los asientos y en los manteles de papel con el raro líquido aceitoso que desprende el pollo al’ast con el añadido de las hierbas provenzales. Me cuenta un amigo muy sufrido, que lleva demasiado tiempo malviviendo a pupilaje en una sórdida casa de huéspedes, que las hormonas femeninas añadidas a los pollos picantones se disipan en el organismo humano si se alterna su ingesta con hojas de lechuga en ensalada. Contiene, dice, b-caroteno. Mi amigo, el sufrido pupilo, cuanta y no acaba sobre las virtudes de la lechuga en ensalada. Sólo exceptúa la variedad “iceberg”, a la que le ha pillado manía. En fin, lo de Pilar Rahola, pase. Pero, ¡ojo al parche!, comprendan que lo mío es distinto. Conque, una de dos: o dejo de comer pollo frito de inmediato, o me veo sobre un tablao flamenco y con vestido de faralaes y lentejuelas cantando “Torre de arena”.

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