martes, 27 de abril de 2010

Hacia el precipicio

Pues va a tener razón Fernando Savater cuando afirma que “está visto que para la derecha española todas las religiones son malas excepto la católica, lo mismo que para la izquierda todos los falangistas son malos menos Samaranch”. De cualquier manera, ya deberíamos saber a estas alturas de la democracia que la educación, por fortuna universal, debe de estar por encima de los velos y de las mantillas, de la misma manera que la Medicina en España, también universal, está por encima de los estratos sociales. Gracias a Felipe González, al César lo que es del César, no existe niño sin colegio ni enfermo sin derecho a ser atendido en sanatorio. Pero, ¡horror!, según lo que percibes por la prensa durante el desayuno de cada amanecer, ya no sabes si eres español o ucraniano. Hoy, por ejemplo, se me ha avinagrado el cruasán dentro del estómago leyendo a Hermann Tertsch en las páginas de ABC. En su artículo “El odio de la miseria moral”, el primo de la fallecida ex vicepresidenta de la Comisión Europea y ex ministra Loyola de Palacio arremete contra todo lo que se mueve. Manifiesta que “hay gente con mucho miedo y gente con enorme entusiasmo en la venganza”, para continuar señalando que “los alardes de revanchismo comienzan a adquirir unas dimensiones y una aceptación oficial, un apoyo gubernamental y una cobertura por parte de todos los medios comprados o chantajeados por el Gobierno que dan auténtico miedo”. Hombre, Tertsch, ¿usted cree que se volverán a abrir cualquier día las checas de San Bernardo, de Fomento, del cinema Europa y del palacio del conde de Eleta? Porque, escuche, una cosa son los pañuelitos, o sea, el hiyab de la pobre Najwa y otra cosa muy distinta que usted asegure que “la oleada de odio pergeñada por nuestro Gobierno contra la mitad de nuestro propio pueblo entra en una fase de no retorno”. Si eso fuera cierto, tal y cómo usted lo plantea, tenga por seguro que ya habría adquirido unos billetes de avión para Papúa-Nueva Guinea. Eso sí, con cualquier agencia excepto con Viajes Marsans. Le seré sincero: mire, entre tener que optar entre Díaz Ferrán o usted, prefiero lanzarme de cabeza por un derrumbadero.

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