domingo, 18 de abril de 2010

La barra de uranio

En su artículo de hoy, "La tumba", Manuel Vicent, a propósito de lo que está sucediendo en España como consecuencia de la apertura de un proceso penal contra el juez Garzón, señala que “otros más suspicaces dudan que Franco haya muerto, porque precisamente esa enorme cruz proyecta todavía desde las breñas de Cuelgamuros la sombra del dictador sobre todas las instituciones de la democracia”. Aquí, a mi entender, no es que hayamos regresado a las dos Españas machadianas, sino que la brecha dejada por la Guerra Civil y los casi cuarenta años posteriores de falta de libertades ciudadanas son de difícil asimilación. La Derecha suponía que la Ley 46/1977 de 15 de octubre, de Amnistía, iba a dar carpetazo a los crímenes del franquismo. Pero en lo que respecta a los crímenes de guerra y a los crímenes contra la humanidad, la imprescriptibilidad se afirmó mediante la Convención de las Naciones Unidas de 26 de noviembre de 1968 relativa a la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad. Es decir, de acuerdo con dicha Convención, los crímenes franquistas son imprescriptibles. Otra cosa es que, a estas alturas del siglo XXI, resulte casi imposible poder juzgar a los responsable de aquellas atrocidades, cometidas tanto durante la guerra como después de la guerra, por haber fallecido los autores o por su ancianidad. Pero una cosa es cierta: la Ley 52/2007 de 26 de diciembre, de la Memoria Histórica, ha puesto muy nerviosos tanto a los herederos directos de los asesinos, como a los herederos políticos, que son legión. Así, la Sala Penal del Tribunal Supremo decide por unanimidad el 26 de mayo de 2009 abrir un proceso al juez Garzón por un delito de prevaricación durante la instrucción de la causa por las desapariciones del franquismo, en querella promovida por el sindicato Manos Limpias, dirigido por Miguel Bernad Remón, uno de los responsables del partido ultraderechista Fuerza Nueva. Con posterioridad se une a la querella la asociación Libertad e Identidad y el partido Falange Española. Pero la Fiscalía se manifiesta en contra y pide su archivo. Lo que viene después no hay necesidad de ser relatado. Está en las hemerotecas. Un poco más adelante, Manuel Vicent, en ese mismo artículo, señala: “A estas alturas lo realmente escandaloso debería ser el miedo reverencial que sienten los demócratas españoles hacia ese panteón faraónico –haciendo referencia al Valle de los Caídos--, como si esa olla de hormigón guardara una barra de uranio que puede liberar una incontrolada carga radioactiva muy peligrosa”. Y en esas estamos.

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