sábado, 17 de abril de 2010

El cenizo

Ayer, después de haber leído el último artículo de Jaime Peñafiel en el periódico digital “La República de las ideas.es” comentaba, entre otras cosas, que ese periodista palaciego no sabía distinguir entre los verbos deshacer y desechar, en su referencia a los “desechos de tienta”. Pues bien, hoy observo en el número 4 de esa publicación online que se ha producido la corrección correspondiente. Es sólo un detalle sin importancia. Actualmente preocupan más otras cuestiones mucho más serias. Hace un año, la OMS nos metió a todos el diablo en el cuerpo con una posible pandemia de gripe A y con el virus H1N1. Ahora es un volcán, el Eyjafjälla, el que está poniendo en jaque a la aviación comercial y a las autoridades sanitarias, preocupadas por si inhalamos el polvillo. Debido a que las cenizas «son materiales piroclásticos muy finos y muy porosos y que pueden recorrer distancias muy considerables», según recuerdan los vulcanólogos, hasta podría suceder que el año próximo nos quedemos sin verano por el efecto refrigerante de sus cenizas, como ya sucedió en 1783 por causa del mismo volcán islandés. De momento, las cenizas deletéreas ya alcanzan el norte de España. Tendremos que tocar madera o, mejor aún, mandar a la hoguera al cenizo, porque aquí siempre hay un cenizo; que, como el tonto del paseo, se lleva todas las bofetadas. Está claro que el que se está llevando todas las tortas es Garzón, aunque el cenizo, el verdadero cenizo que trae mala suerte o se la trae a los demás parece que es Rajoy. Con la que está cayendo, el jefe de la Oposición permanece en la inopia con impasible ademán, como si fuera un peatón que, cansado de caminar cor callejuelas llenas de cascarrias, se hubiera sentado en una mesa de velador para leer la prensa y tomar una pinta de “Guinness”. Pero, ¡cuidado!, que tal y cómo afloran las porquerías internas de su partido, ya se encargará Esperanza Aguirre y su combo en el próximo Congreso de aventar los restos de su cadáver, tras su incineración política, para aumentar los materiales piroplásticos sobre la atmósfera y, de paso, poderle echar la culpa a Zapatero.

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