¿Ustedes se imaginan a los
farmacéuticos de visita en casa de los ancianos con enfermedades crónicas? Y
ustedes se preguntarán, “¿para qué?” Y la respuesta será: “por ver si los
enfermos se toman la medicina prescrita por el médico de familia”. Esa
peregrina idea se le ha ocurrido al director general del Instituto de Mayores y
Servicios Sociales, César Antón Beltrán, palentino de nación. Ahora me gustaría
conocer la opinión al respecto de la ministra del repago Ana Mato. A mi
entender, esas cosas sucedían hace muchos años cuando el médico de cabecera era
un humanista, que conocía todos los miembros de una casa y que acudía al
domicilio de sus pacientes con un tensiómetro en una carterita de piel, un termómetro en el bolsillo y un fonendoscopio,
se sentaba en una silla de Vitoria frente al enfermo y, sin que nadie le dijera
nada, sabía cómo se encontraba de salud. Ya lo dijo Gregorio Marañón: “El
médico debe tener una silla para sentarse frente al enfermo y escuchar sus
tribulaciones”. Porque el médico no
tiene frente a sí un subordinado a sus decisiones, sino que es un copartícipe
de su pensamiento. Pero el farmacéutico, con todos los respetos, se limita a
expender específicos y hacer caja. Del enfermo sólo le interesa que éste no se
muera, para poder seguir expendiendo las medicinas que le prescribe por receta
el médico del Seguro. Para el farmacéutico, digo, el enfermo no es un paciente,
es un cliente. Y cuanto más enfermo se encuentre y más medicamentos necesite, miel
sobre hijuelas. César Antón, más que director general del Imserso parece el
padre Damián. Pero ni España es Molokai ni los titulares de las oficinas de
Farmacia están vocacionalmente preparados hacer obras de misericordia. Al
menos, los que yo conozco.
2 comentarios:
¿Pues sabe usted donde trabaja el Sr Antón ahora?. Igual eso explica su afición a que los farmacéuticos y los laboratorios ganasen dinero cuando era cargo público.
Piense mal y acertará.
Pues no lo sé. Dígamelo usted.
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