Supongo que a la mayoría de los
españoles, en las actuales circunstancias por las que atraviesa el país, les
daría igual la supuesta separación matrimonial inminente de Juan Carlos de
Borbón y Sofía de Grecia, si hacemos
caso al periódico italiano La Repubblica o a Pilar
Eyre, que parece haber descubierto la pólvora, del mismo modo que a los
españoles nos trae al pairo que la revista “Hola” haya eliminado unas
transparencias de la blusa de Letizia en Mallorca, oscureciendo más aún su ya
oscura camiseta. El “photoshop” consigue milagros. A los españoles, digo, lo
que les interesa es otro tipo de transparencias que no acaban de producirse ni
existe interés en ello. De Isabel II se sabe hasta cuánto gasta en bolitas de
alcanfor. En España no se sabe nada sobre nada. ¿Acaso el CNI se enteró de la
que se nos venía encima antes de la masacre en Madrid el 11 de marzo de 2004? ¿Cómo
puede ser, por ejemplo, que el Tribunal de Cuentas no se haya enterado de los
chanchullos de Pujol, Marta Ferrusola y sus cinco hijos durante treinta años? Y
la Abogacía
del Estado, ¿estaba en la inopia? Y la Agencia Tributaria,
¿dónde tenía puestos sus ojos? Y si se enteró alguien, ¿a quién trasladó los
informes? Y el que lo supo, si es que alguna vez lo supo, ¿por qué no lo denunció
de inmediato? ¿Acaso esperó a que los presuntos casos delictivos prescribieran?
Demasiadas preguntas sin respuesta. Excesiva opacidad en un Estado de Derecho.
Montoro, ahora, anticipa un largo proceso fiscal y judicial contra Pujol y su
familia. Muy bien, y al final, ¿qué? Pues pasará lo mismo que pasó con Banca
Catalana, es decir, nada. En este país del bipartidismo. la mordida y la
indecencia, ha habido gobiernos que se han desentendido de forma expresa de
tremendas responsabilidades y han traspasado competencias al goteo a medida que
iban necesitando apoyos, tanto en investiduras de presidentes como a la hora de
sacar adelante leyes, algunas de lo más peregrinas, en el Congreso de los
Diputados, “sin cuestionarse -como recuerda hoy en un artículo de prensa
Juan M. Blanco- si tales traspasos beneficiaban a los ciudadanos, a los contribuyentes. Siempre con el único
objetivo de saciar los apetitos de las élites políticas”. Y ahora, ¿qué? Pues
nada, lo de siempre, a llorar por las esquinas, que es lo que viene en el guión.
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