Hace unos años, Juan J.Ruiz-Rico, catedrático de
Derecho Constitucional de la Universidad de Granada
escribió el libro “El sexo de sus
señorías” (Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1991) donde el autor proponía a
los lectores que le acompañasen en un viaje fascinante en el que el lector se iba a encontrar “con el esperpento y el
coraje, con la sordidez y la esperanza” Así empezaba el libro. Pues bien, hoy
me entero de dos noticias que me han dejado tarumba. Una de ellas nada tiene
que ver con la Judicatura,
que siempre es un alivio. Hace referencia a que los alumnos aragoneses de
Primaria deberán estudiar literatura canaria. Está claro que la consejera de
Educación, Dolores Serrat, no se ha tomado la pastilla. Me vienen a la cabeza
algunos autores de finales del siglo XIX, como Ángela Manzini, gaditana de padre italiano, casada con Honoré
Bridoux, que llegó ya viuda a Santa Cruz de Tenerife en 1852, que
publicó algunos artículos y escribió de moda; Mercedes
Letona del Corral, coetánea de la anterior y que colaboró el la Ilustración de Canarias escribiendo endechas; María
Joaquina Viera Clavijo, excelente poetisa en versos esdrújulos a la manera de Bartolomé Carrasco de Figueroa; Victoria Ventoso, autora de Ensayos poéticos, que permanecen inéditos;
Fernanda Siliuto; Cesarina Bento; Ana Laso de Cubelo, autora de unas quintillas dedicadas a su hija
muerta; Agustina González Romero,
alias La Perejila, de la que se sabe que su obra era
satírica y burlesca; y poco más que añadir, salvo que haga referencia don Benito
Pérez Galdós. La otra noticia viene hoy dada en Heraldo de Aragón y hace referencia a una nota interna del comisario jefe de la provincia de Zaragoza,
donde se señala que jueces y fiscales se han quejado de la vestimenta con la
que acuden los agentes a declarar como testigos, y que ha creado un fuerte malestar entre los miembros del
Cuerpo. La nota interna insta a que los funcionarios vayan a declarar
“debidamente aseados y vestidos, a ser posible con chaqueta y corbata”. La
razón es que jueces y fiscales manifiestan “dificultades” a la hora de
distinguir entre testigos y acusados. O sea, aquí de lo que se trata es que el
reo vaya engrilletado al estilo de Eleuterio
Sánchez, cuando éste no sabía leer ni escribir, y los policías al modo de
los Albertos, pero sin gabardina.
Pues nada, todo es cuestión de proponérselo. La obligación del malo es tener
cara de malo y ser condenado a muchos años de prisión; y la del bueno,
parecerse a Rafael Jiménez de Parga
o a Alfredo Sáenz cuando éste era
presidente de Banesto. Los indultos estarán asegurados.
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