La cosa viene de antiguo. Este
tóxico, el lindano, fabricado por la empresa Inquinosa en Sabiñánigo en los años 70 y 80 del siglo XX, estaba
depositado en el vertedero de Bailín (Huesca). Ahora resulta que está
contaminado el río Gállego, la acequia de Violada y el canal de Monegros. Pero
el consejero de Agricultura y Medio Ambiente Modesto Lobón, inexplicablemente, entiende que “no existe un
problema de salud pública” cuando el pesticida se sabe que está presente en los
pueblos de Ardisa, Piedratajada, Santa Eulalia (Huesca) y Villanueva de Gállego
(Zaragoza). Ahí es nada lo del ojo y lo llevaba en la mano. Si Lobón entiende
que no existe peligro para la sanidad pública, además de necio es un
irresponsable. Al parecer, las tierras contaminadas y depositadas en el
vertedero de Bailín fueron trasladadas a “otro lugar más seguro”, sin
especificar dónde, y cuya delicada
operación de traslado terminó el pasado 17 de septiembre. Según Lobón, “este
no
es un problema de salud pública, sino medioambiental” y ha señalado que “haría
falta consumir decenas de miles de litros” de agua para afectar al ser humano”.
Debería decirle al consejero Lobón alguien con autoridad bastante que el hexaclorociclohexano, con fórmula
molecular C6H6Cl6,
llamado también lindano, es un insecticida organoclorado muy dañino
tanto para el medio ambiente como para la salud humana y que fue excluido de la
lista de sustancias activas autorizadas para el uso en productos de protección
de plantas en 1991, que está designado como un producto químico CFP
(Consentimiento Fundamentado Previo) y reglamentado por el Convenio de Róterdam junto a otros 47 plaguicidas. Y España fue uno
de los países participantes que firmó el Acuerdo con fecha anterior a 2005. Modesto
Lobón debería conocer como consejero del Gobierno de Aragón (y si lo desconoce
su obligación es informarse en las facultades
de Química y de Medicina de la
Universidad de Zaragoza), que las sintomatologías presentadas
por intoxicación con lindano son: náusea, inquietud, dolor de cabeza, vómito, temblor,
ataxia, convulsiones tónico-clónicas y cambios en las pautas del EEG (electroencefalograma).
A un nivel de dosis de aproximadamente 1.0 mg/kg peso corpóreo, no induce
envenenamiento, pero a un nivel de dosis de 15-17 mg/kg peso corpóreo dará
lugar a síntomas de intoxicación grave. El asunto es muy serio. Tanto la Confederación
Hidrográfica del Ebro (organismo autónomo dependiente del
Ministerio de Medio Ambiente) como la presidenta de la Diputación General
de Aragón, Luisa Fernanda Rudi, algo
tendrían que decir sobre el problema existente, si se considera que 23
poblaciones aragonesas están utilizando agua de riego y de boca procedente del
río Gállego, afluente del Ebro. Le recuerdo a Rudi, que curiosamente ayer
mostraba en Sevilla las ventajas de invertir en Aragón, que las competencias
sobre Sanidad están transferidas. Que cada palo aguante su vela.
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