Transplantes de corazón aparte,
como hoy escribe José Luis Trasobares
en el periódico zaragozano del Grupo Z, “¡que
los catalanes voten de un puta vez y así saldremos de dudas!”. Ya se sabe
que un catalán puede llevar un corazón trasplantado de un sevillano, o
viceversa. También de un lituano o de un señor de La Almunia de doña Godina. Lo
que dijo ayer Mariano Rajoy es una
auténtica chorrada. A los españoles, que apenas sabemos quién fue Felipe V, nos trae al pairo el tal Rafael Casanova, partidario del archiduque Carlos, que tomó el pendón
de santa Eulalia en 1714. También,
los homenajes florales que le rinde año tras año la Generalidad, o que un tipo queme una bandera de no sé
dónde. Si tanto quieren los catalanes a ese héroe romántico, que le pongan su
estatua de bronce en un palco del Camp Nou, como la tiene Fernando
Pessoa en un velador del café A
Brasileira en el lisboeta barrio del Chiado. Así, entre gol y gol, entre
penalti y fuera de banda, éstos podrían vitorearle y besarle hasta sacarle más
brillo a su rostro en bronce que los niños zaragozanos al caballito de La Lonja. Y si no quieren
que esté solo en el palco, que le hagan otra estatua a Antonio de Villarroel, que no hablaba catalán, y que los coloquen
juntos, como si fuesen la pareja de la Guardia
Civil en plaza de tercera sin enfermería. La Guerra de Sucesión no se
acabará nunca en Cataluña mientras los catalanes tributen un raro culto de
dulía a sus propios fantasmas del pasado. Pero, ¿de qué agravios hablan?
Hombre, ya se sabe que Mateo Bruguera
mitificó los hechos en su “Historia del
memorable sitio y bloqueo de Barcelona y heroica defensa de sus fueros y
privilegios de Cataluña de 1713 y 1714”.
Por cierto, hace ahora un año, en su artículo “La falsa mitología de la
Diada catalana” (diario Abc, 05/09/2013), Segi Doria,
haciendo referencia a Agustí Calvet
y la “exasperación falsa de la teoría romántica de las nacionalidades”, contaba
que Gaziel (tal fue su pseudónimo)
demandaba una historia renovada de Cataluña y “que se dejara para siempre de contar aquello que podría haber sido y
no fue, para decirnos lo que ha sido y lo que es; así podríamos llegar, por
fin, a ver claramente lo que puede ser”. Más claro, agua.
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