“Está la pota en la lumbre. El fuego, manso, calienta poco a
poco el agua y un trocito de unto. Los primeros en zambullirse en la
pantagruélica olla son el lacón y la carne del porco...”. Así comienza un
artículo de Xurxo Melchor (La Voz de Galicia, 02/02/2005) que titula “Oda al
cocido”. El cocido, que según Gregorio
Marañón libró de la muerte a más gente que la penicilina, es plato
contundente que bien merecería una escultura. Hoy lunes, El Español da cuenta de los mejores restaurantes de la Comunidad de Madrid
especializados en el noble arte de servir un excelso cocido madrileño, como dio cuenta aquel pasodoble que cantaba Pepe Blanco en la época del
racionamiento: “Cocidito madrileño,
repicando la buhardilla/ que me huele a hierbabuena/ y a verbena en las
Vistillas…”. Pepe Blanco, alias Marchenita,
que había sido taxista en Cenicero, era un hombre que había comido pan de
muchos hornos. Pues bien, entre los mejores restaurantes que ofrecen esa comida
de dos y tres vuelcos destacan EL Cherolés,
en San Lorenzo de El Escorial; le siguen Malacatín,
en el barrio de La Latina;
L’Hardy, el la carrera de San
Jerónimo; y el Nuevo Horno de Santa
Teresa, en Santa Teresa, 8. Xurxo Melchor escribió sobre el cocido.” Cuando
el cocho ha cocido le llega el turno a la gallina y a la ternera, que hierven
aparte, como los grelos, patatas, garbanzos y chorizos. Tras hora y media o dos
horas de hervidura, los ingredientes se sirven en bandejas, en delicioso
mosaico de sabor y color. Tan sólo queda hincarle el diente. Es el cocido
comida social. De las que necesitan buena compañía y mucho tiempo. Se zampa
lentamente y hasta reventar, haciendo hueco en el estómago donde no lo hay. Es
la enchenta por antonomasia. La mariscada de cortello. El plato del hombre llano”.
Dicho queda.
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