La Proposición no de Ley
presentada en el Parlamento por Unidos Podemos, donde se pide la supresión de
la misa dominical en la televisión pública, parece una medida acertada en un
Estado no confesional, como es el caso de España. Los oficios religiosos que
celebra la Iglesia Católica
deberían tener lugar en los lugares establecidos al efecto, es decir, en los
templos. No parece del todo lógico que con dinero del contribuyente se
practiquen unos ritos donde en las homilías se imparte doctrina. Algo parecido
sucede con los tiempos que esa misma cadena estatal dedica todos los años a la
retransmisión de procesiones callejeras durante la Semana Santa. Respeto el fervor
que pueda sentir una parte importante de la ciudadanía viendo a través de la
pequeña pantalla esos espectáculos místicos donde incluso participan las
Fuerzas Armadas representadas por la
Legión, como es el caso de Málaga. Todo ciudadano es libre
para manifestar sus creencias. Le ampara la Constitución. Pero
mezclar las churras de lo místico con las merinas de lo castrense por las
calles de nuestras grandes urbes es algo insólito que no se contempla en ningún
país serio de nuestro entorno europeo. Las manifestaciones religiosas, como
digo, deben celebrarse en las iglesias; y las paradas militares, en los
cuarteles. Ni los paseos de las imágenes procesionales ni el tararí de los
clarines cuarteleros ni los molestos cortes de tráfico injustificados tienen
sentido en la España
moderna, donde sigue vigente un inexplicable Concordato con la Santa Sede
y donde ha existido un ministro del Gobierno durante la presidencia de Mariano Rajoy que ha concedido de forma
extravagante la Medalla al Mérito Policial a la Virgen del Amor, como
hizo en un pasado reciente el que fuese ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Bromas, las
justas, puesto que tanto el dinero de Radiotelevisión
Española como el de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado es público. En este país, por mucho que se
quieran retorcer las estadísticas sobre datos de empleo y rebozar las cifras macroeconómicas
como exitosas, sigue habiendo muchos niños que sólo pueden hacer una comida al
día. Y eso es preocupante.
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