viernes, 3 de marzo de 2017

Intentemos ser serios de una vez





La Proposición no de Ley presentada en el Parlamento por Unidos Podemos, donde se pide la supresión de la misa dominical en la televisión pública, parece una medida acertada en un Estado no confesional, como es el caso de España. Los oficios religiosos que celebra la Iglesia Católica deberían tener lugar en los lugares establecidos al efecto, es decir, en los templos. No parece del todo lógico que con dinero del contribuyente se practiquen unos ritos donde en las homilías se imparte doctrina. Algo parecido sucede con los tiempos que esa misma cadena estatal dedica todos los años a la retransmisión de procesiones callejeras durante la Semana Santa. Respeto el fervor que pueda sentir una parte importante de la ciudadanía viendo a través de la pequeña pantalla esos espectáculos místicos donde incluso participan las Fuerzas Armadas representadas por la Legión, como es el caso de Málaga. Todo ciudadano es libre para manifestar sus creencias. Le ampara la Constitución. Pero mezclar las churras de lo místico con las merinas de lo castrense por las calles de nuestras grandes urbes es algo insólito que no se contempla en ningún país serio de nuestro entorno europeo. Las manifestaciones religiosas, como digo, deben celebrarse en las iglesias; y las paradas militares, en los cuarteles. Ni los paseos de las imágenes procesionales ni el tararí de los clarines cuarteleros ni los molestos cortes de tráfico injustificados tienen sentido en la España moderna, donde sigue vigente un inexplicable Concordato con la Santa Sede y donde ha existido un ministro del Gobierno durante la presidencia de Mariano Rajoy que ha concedido de forma extravagante la Medalla al Mérito Policial a la Virgen del Amor, como hizo en un pasado reciente el que fuese ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Bromas, las justas, puesto que tanto el dinero de Radiotelevisión Española como el de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado es público. En este país, por mucho que se quieran retorcer las estadísticas sobre datos de empleo y rebozar las cifras macroeconómicas como exitosas, sigue habiendo muchos niños que sólo pueden hacer una comida al día. Y eso es preocupante.

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