Pregoneros
Por Balbino Lozano me entero
de que Fernando Francisco Calzada,
jubilado en 1953 como policía municipal en Zamora a los 70 años de edad, fue el
último pregonero que tuvo la Ciudad de doña Urraca. A
día de hoy es difícil encontrar un pueblo donde siga el alguacil soplando la
trompetilla para comunicar a los vecinos un bando de la Alcaldía. Se cuenta que el
último pregonero que tuvo Nuez de Ebro, en la provincia de Zaragoza, tras
pronunciar el último pregón, hace ya más de treinta años, lanzó con fuerza la
trompetilla sobre un tejado. Hubo tiempos en los que se les pagaba a los
pregoneros un cuarto de vellón por hacer público cada pregón, que era una
moneda de cobre cuyo valor era el de cuatro maravedíes de vellón. De ahí la
expresión: “dar un cuarto al pregonero”, referido a cuando alguien es
indiscreto y cuenta algo que debería haber permanecido en secreto. Sobre la
figura del pregonero, Antonio López
Hurtado describe de forma muy amena a los pregoneros de Moralzarzal
(Madrid) a principios del siglo XX. El cargo de alguacil llevaba aparejado el
de pregonero. Y consta en las actas municipales de la época que en agosto de
1902 se le concedieron 15 días de permiso pagado al alguacil Gregorio Morato Estévez por motivos de
salud; o que en el acta de la junta celebrada en ese Ayuntamiento el 7 de abril
de 1918 se presentaron 8 personas para el cargo de alguacil y guarda local de
montes, siendo elegido Federico González,
que tenía una fuerte cojera, por 1’50 pesetas diarias. También estaba a cargo
de la centralita de teléfonos que le había sido concedida al secretario del
Ayuntamiento, Maximino Sánchez Oroño
en 1910, pero de la que se encargaba González por el hecho de ser su
subordinado en aquel Ayuntamiento. Queda claro que el secretario era un
auténtico caradura. El pobre Federico, según se desprende, trabajó para el
inglés. El titular de la centralita telefónica también tenía el poder en sus
manos, ya que manejaba la información, al poder escuchar todas las
conversaciones. Es decir, que Maximino
Sánchez mataba dos pájaros de un tiro. Moralzarzal, en plena sierra de
Guadarrama y al norte de Collado Villalba, tiene una iglesia parroquial
dedicada a san Miguel Arcángel. Y su
torre luce un reloj llamado popularmente “Frascuelo”,
donado por el torero Salvador Sánchez
Povedano el 4 de octubre de 1886. En señal de agradecimiento, su
Ayuntamiento, entonces presidido por Aniceto
González, regaló al torero un estoque de plata. Hace poco estuve
tomando un café en la madrileña calle Arenal frente a la casa que fuese de una
hija del torero, donde Salvador Sánchez murió de pulmonía el 8 de marzo de
1898.
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