domingo, 12 de marzo de 2017

Pregoneros





Por Balbino Lozano me entero de que Fernando Francisco Calzada, jubilado en 1953 como policía municipal en Zamora a los 70 años de edad, fue el último pregonero  que tuvo la Ciudad de doña Urraca. A día de hoy es difícil encontrar un pueblo donde siga el alguacil soplando la trompetilla para comunicar a los vecinos un bando de la Alcaldía. Se cuenta que el último pregonero que tuvo Nuez de Ebro, en la provincia de Zaragoza, tras pronunciar el último pregón, hace ya más de treinta años, lanzó con fuerza la trompetilla sobre un tejado. Hubo tiempos en los que se les pagaba a los pregoneros un cuarto de vellón por hacer público cada pregón, que era una moneda de cobre cuyo valor era el de cuatro maravedíes de vellón. De ahí la expresión: “dar un cuarto al pregonero”, referido a cuando alguien es indiscreto y cuenta algo que debería haber permanecido en secreto. Sobre la figura del pregonero, Antonio López Hurtado describe de forma muy amena a los pregoneros de Moralzarzal (Madrid) a principios del siglo XX. El cargo de alguacil llevaba aparejado el de pregonero. Y consta en las actas municipales de la época que en agosto de 1902 se le concedieron 15 días de permiso pagado al alguacil Gregorio Morato Estévez por motivos de salud; o que en el acta de la junta celebrada en ese Ayuntamiento el 7 de abril de 1918 se presentaron 8 personas para el cargo de alguacil y guarda local de montes, siendo elegido Federico González, que tenía una fuerte cojera, por 1’50 pesetas diarias. También estaba a cargo de la centralita de teléfonos que le había sido concedida al secretario del Ayuntamiento, Maximino Sánchez Oroño en 1910, pero de la que se encargaba González por el hecho de ser su subordinado en aquel Ayuntamiento. Queda claro que el secretario era un auténtico caradura. El pobre Federico, según se desprende, trabajó para el inglés. El titular de la centralita telefónica también tenía el poder en sus manos, ya que manejaba la información, al poder escuchar todas las conversaciones.  Es decir, que Maximino Sánchez mataba dos pájaros de un tiro. Moralzarzal, en plena sierra de Guadarrama y al norte de Collado Villalba, tiene una iglesia parroquial dedicada a san Miguel Arcángel. Y su torre luce un reloj llamado popularmente “Frascuelo”, donado por el torero Salvador Sánchez Povedano el 4 de octubre de 1886. En señal de agradecimiento, su Ayuntamiento, entonces presidido por Aniceto González, regaló al torero un estoque de plata. Hace poco estuve tomando un café en la madrileña calle Arenal frente a la casa que fuese de una hija del torero, donde Salvador Sánchez murió de pulmonía el 8 de marzo de 1898.  

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