lunes, 26 de junio de 2017

A propósito de san Pelayo




Leo hoy en Infovaticana que “por una de esas casualidades desafortunadas, la semana del ‘Orgullo gay’ coincide año tras año con la fiesta de san Pelayo (26 de junio). Un niño cordobés de 12 años que prefirió morir antes de ser sodomizado  por Abderramán III”, el octavo soberano Omeya. Y como hoy, san Pelayo coincide en el santoral con san Josemaría Escrivá, son muchas las cartas que escriben los lectores de Infovaticana haciendo referencia al librito Camino y poniendo al califa de Córdoba como un presunto pedófilo de chupa de dómine. Más les valdría callarse a esos meapilas que se la cogen con papel de fumar, que si aventamos la ropa sucia aquí saldrían chispas. Pues bien,  para el que no lo sepa, la chupa (sotana, como la de los curas) fue una prenda introducida por los árabes a modo de guardapolvos. Según Quevedo, la chupa se ensuciaba a fuer de no lavarla y llegaba un momento dado en el que no se sabía de qué color era: de cerca parecía negra, de lejos azul. Dómine, por otro lado, es en la declinación latina el vocativo de dóminus, que significa señor. Era un tratamiento de respeto con que los estudiantes de Gramática latina se dirigían a su maestro. Las hagiografías de los santos suelen tener más carácter literario que otra cosa. Y la hagiografía de Pelayo no fue una excepción a la regla. Por asociación de ideas me viene a la cabeza pelayos, que fue el nombre que recibió la organización juvenil del Requeté, cuya sección femenina se conocía como las margaritas. En 1938,  tras el Decreto de Unificación, se denominó Flechas y Pelayos a la fusión de los boletines juveniles de estas organizaciones con las similares de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, cuyos integrantes se denominaban flechas. La publicación infantil Flechas y pelayos fue un cómic durante la posguerra. Primero se editó en San Sebastián y más tarde en Madrid. Desapareció de los quioscos en 1949. Un año antes de su desaparición, en 1948, apareció Trampolín, editado por Acción Católica. Desapareció en 1959. Estuvo dirigida por Alberto de Macua y en principio estuvo editada en papel de periódico, de gran tamaño. Tuvo cuatro épocas. Con el tiempo (en 1950, en su “tercera época”) se fue reduciendo su tamaño y se le añadió colorido. Sus viñetas estaban firmadas por los mejores dibujantes del momento. Como ejemplo, señalaré que las viñetas de Don Ataúlfo Clorato y su sobrino Renato estaban firmadas por Gabi; La familia Sulfamida, por Ramón Sabatés; Ciriaco Majareto, por Enrich; Mateo Pí; El Conde Pepe, por Palop; Listón y Tarugo, por Juan García Iranzo; Matías, el espía atómico, por Ardel; etcétera. Hoy es difícil encontrarlos y bien que lo siento.

No hay comentarios: