Yo siempre me hice un lío con el “Astete”. No es difícil de
entender. De niño te haces un lío con cualquier cosa que no se acomoda a unas
entendederas casi en barbecho. Durante el franquismo el “Ausente” fue José Antonio, cuya foto de brazos
cruzados estaba colgada en todas las escuelas de Primaria, entonces se decía
Primera Enseñanza, junto a otra foto, la de César Gracia Jarque, donde se mostraba a Franco de pie y apoyando una mano en la mesa de su despacho; ambos
retratos daban escolta al crucifijo colgado encima de un encerado, donde el
maestro pintaba con tiza figuras geométricas haciendo hincapié en la hipotenusa
del triángulo rectángulo y en el teorema de Pitágoras. El “Astete” señalaba que el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo eran tres personas distintas y un solo Dios verdadero: “¿El Padre es
Dios?”. “Sí, padre”; “¿El Hijo es Dios?”. “Sí, padre”..., etcétera. Tampoco
pude entender con aquella mentalidad de niño que el “Ausente” estuviese tan
presente. Pues bien, ayer se celebró en el Congreso de los Diputados el
cuadragésimo aniversario de las primeras elecciones democráticas. Y hubo otro
“Ausente”: el Rey emérito. Volvamos
al “Astete”: “¿El Padre es rey?”. “Sí, padre”; “¿El Hijo es rey?”. “Sí,
padre”... En resumidas cuentas: nadie entendía que el “Ausente” no estuviera
presente. Pero enseguida recordé lo que pude ver de niño en el altar mayor de la Catedral de Lugo. Cuando
el sacerdote revestido con la capa pluvial oficiaba y alzaba la custodia
mirando a los fieles, una pestañita a modo de párpado ocultaba la Hostia que se encontraba
siempre expuesta en la gran custodia del centro del altar. Era una manera de
señalar, supongo, que no había duplicidad de deidades sino un solo Dios
verdadero. En España tenemos dos reyes y dos reinas, como en el juego de
ajedrez. La ausencia de Juan Carlos
sorprendió entre los asistentes al acto, considerando que había formado parte de la Transición. El
problema de un rey que no reina es parecido al que ocasiona el “jarrón chino”
que relacionaba Felipe González con
los expresidentes de Gobierno, o sea, que no se sabe dónde ponerlos. Lo cierto
es que al hoy Rey emérito se le ha tenido tres años como ocultado. En fin, la
ropa sucia se lava en casa.
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