Hoy, sábado, hace justo ochenta años que se mató Emilio Mola en un accidente aéreo. La prensa nacional comenta en detalle que ayer Felipe VI presidió en Marín el tricentésimo aniversario
de la Real Escuela de Guardiamarinas en la Escuela Naval de Marín, coincidiendo con el tercer aniversario
de la abdicación de su padre, Juan
Carlos I, también presente en ese acto. Y en Marín estuvieron padre e hijo vestidos de marinerito blanco, como de primera
comunión. No recuerdo cómo iba ataviada Cospedal,
ministra de Defensa. Ya lo contarán las revistas del corazón, paciencia. Hay que recordar a los desmemoriados que esa Escuela Naval fue trasladada por los
rebeldes a Marín en plena Guerra Civil, en 1938, al tiempo que en la zona
republicana se creaba en Cartagena la Escuela Naval Popular, de donde salieron dos
promociones de oficiales. Pero al leer la noticia de los actos de ayer en
Galicia, me ha venido a la cabeza una Tercera
en ABC de Carlos Seco Serrano donde éste hacía referencia a hechos acaecidos
en agosto de 1900, durante la estancia de Eduardo
Dato en San Sebastián siendo ministro de la Gobernación del Gobierno
presidido por Silvela. Las cartas de
Dato a su mujer, Carmen Barrenechea,
desplazada por consejo facultativo a un balneario francés, son como un diario
donde se anota el discurrir de cada jornada. La correspondencia se inicia el día
4 de agosto. La víspera había tenido lugar la catástrofe del buque “Infanta Isabel”, por haber estallado
sus calderas en la bahía cántabra. Hubo varias víctimas entre la tripulación. También,
aquel mes de agosto de final de siglo estaba proyectada la visita de la reina
regente, María Cristina de Habsburgo-Lorena, su hijo Alfonso y el
resto de parientes y acompañantes, a los principales puertos entre Guipúzcoa y
Galicia a bordo del buque de guerra “Giralda”.
Lo sucedido en el “Infanta Isabel”
aconsejaba suspender el viaje. El día 6 llegaba Silvela a San Sebastián dispuesto
a tomar las aguas en el balneario de Cestona. Finalmente, ya despejadas las
dudas, quedó decidido que el viaje real no iba a cancelarse y que el “Giralda” zarparía el día 16. Y así
sucedió. Dato estuvo presente en el barco hasta su atraque en Gijón al día
siguiente. Ese mismo día tuvo lugar la anécdota del “brindis” del futuro Alfonso XIII. Escribía Dato a su mujer:
“La Reina, muy animada, come bien, está contenta;
ayer jugamos al tresillo ella, el Rey, el general Pacheco y yo desde la una
hasta las cuatro, por supuesto sobre la toldilla... Por la noche tocó ella el
piano y cantó la jota de Gigantes y cabezudos, muy bien...”. Aconteció entonces
lo del “brindis” de un rey todavía no coronado, que sólo tenía 14 años. Sigue
escribiendo Dato: “El Rey soltó en la mesa un brindis. Se puso de pie y dijo: Un modesto guardiamarina se levanta con
permiso del ministro del ramo, su jefe, a brindar por la Reina y por la prosperidad
de España”. En la actualidad, 117 años más tarde, los ciudadanos hubiésemos
tenido muy a mal, y hubiese sido considerada una grave falta de respeto, que la Familia Real se permitiese
el lujo de hacer uso de un buque de guerra y de su correspondiente tripulación
para llevar a cabo un viaje de placer con cargo al Erario, si bien es cierto
que el nieto de aquel rey, Juan Carlos I,
navegó durante muchos años en el yate “Fortuna”,
regalo de un consorcio de empresarios de Baleares, cuya tripulación y
mantenimiento corrieron a cuenta de Patrimonio. Algo similar a lo que hizo Franco con los dos yates propiedad del
Estado: el primer “Azor”, moteado por
el dictador como “Azorín”, en el que
se celebró la reunión con Juan de Borbón,
y el segundo “Azor”, en el que
también navegó Felipe González siendo
presidente del Gobierno, que terminó su
vida útil semienterrado en una base de hormigón en Cogollos, cerca de Burgos,
hasta su desguace en 2012. Servía de reclamo a un asador propiedad de Lázaro González, que lo adquirió en una
subasta al Estado el 17 de junio de 1992 por 4.670.124 pesetas como material de
desguace.
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