Dice el humorista 
Dani Latorre
que Zaragoza tiene tres estaciones: “invierno, verano y la Intermodal”. En esta
última estación, en la
 Intermodal, están reunidas las otras dos. En verano el viajero
se ahoga de calor y en invierno se puede morir de frío en los andenes. La Intermodal es la
estación de la tos perruna, al igual que dicen los de Pucela que el Estadio
José Zorrilla
  es el de la pulmonía y de
otros constipados. El primero que lo denominó de esa guisa fue 
Francisco García Gómez, alias
  Paquito,
  siendo entrenador del Real Valladolid, como
contaba 
Santiago Hidalgo Chacel (
El Norte de Castilla, 9/4/12). Contaba
Hidalgo que “a finales de febrero de 1982 (el estadio se había inaugurado el 20
de febrero de aquel año), como todas las tardes, Paquito
  respondía por teléfono a las preguntas de su
interlocutor, 
Javier González, de
cómo estaba el equipo, cómo se había entrenado, si tenía dudas en el once. En
estas Paquito, que ya había sufrido las inclemencias de un estadio al que le
faltaba toda la grada que cerraba el fondo norte y por donde se colaba un frío
y un viento helador, le comentó a Javier: ‘Este no es el Estadio Zorrilla; hace
un frío de la leche, es el estadio de la pulmonía'. El plumilla aprovechó estas
declaraciones literales para subirlas al titular de ese diario”. Seguía
contando Santiago Hidalgo que “la ocurrencia de Paquito tenía unos claros
precedentes. En su Oviedo natal, su padre tenía una sidrería, el 
Bar Pachín, en la calle Milicias
Nacionales del centro de la ciudad. Esta era una vía ancha donde el viento
aprovechaba para entubarse y correr libre hacia el Parque de San Francisco”.
(...)
  “Cuando el 13 de abril de 1982
Real Madrid y Sporting de Gijón se disponían a disputar la final de la Copa del Rey en Valladolid,
el 'estadio de la pulmonía' quiso reivindicarse con toda la fuerza del mundo y
hasta los propios monarcas llegaron a comentar el frío que habían pasado. En
algunos círculos, incluso, alguien comentaba que la reina 
Sofía llegó con faldas y se marchó del campo con pantalones”. En
ambos lugares, en la
 Intermodal zaragozana y en el Estadio Zorrilla, bueno sería
que colocaran sendos bustos del escocés 
Alexander Fleming que, dicho sea de paso,
tantas vidas salvó con la
 Penicilina en los hospitales de campaña durante la Segunda Guerra
Mundial al evitar la gangrena gaseosa en miles heridas de metralla infectadas.
 
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