viernes, 2 de junio de 2017

Elogio de las librerías de lance





En las librerías de lance todavía pueden encontrarse libros raros y dar con ellos es como encontrar un trébol de cuatro hojas, o que te salga una perla dentro de una ostra. Hoy deseo hacer referencia a uno de esos libros en los que nadie repara y  que, salvo que aparezca un “raro” que los adquiera, duermen en una  estantería el sueño de los justos por tiempo indefinido. Puede llegar a tener polvo de siglos. Hoy haré referencia a  El sombrero, casi un cuadernillo, ya que sólo cuenta con 17 páginas, publicado en la Imprenta de La América (calle del Baño, número 1, Madrid, 1859). Para el que lo desconozca, la antigua calle del Baño, donde vivió Gustavo A. Bécquer con sus dos hijos mayores algún tiempo, se llama en la actualidad calle de Ventura de la Vega. Ese librito es, como señala Vicente Catañeda en un ensayo,  “un elogio del sombrero hongo y una diatriba del sombrero de copa, considerado como una reminiscencia impuesta como moda por los afrancesados durante el reinado de José I”. Se cuenta que “la animadversión llegó a tal punto que un buen número de escritores se conjuraron salir en Madrid cubiertos con hongo el 11 de mayo de 1859, con la natural expectación de los madrileños y la contrariedad de los sombrereros, dispuestos a evitarlo”. En ese librito hay trabajos de Hartzenbusch, Manuel de Palacio, Rodríguez Correa, Cayetano Rosell, Severo Catalina, Ventura de la Vega, Antonio Hurtado, Manuel Ossorio, Antonio Trueba, Narciso Serra, etcétera. Lleva un prólogo de Antonio Ferrer del Río y en su interior hay romances, sonetos, epigramas e ingeniosos artículos. Según Natalio Rivas (Narraciones históricas contemporáneas, cuarta parte, pp. 135 a 140, Editora Nacional, Madrid, 1949), “la finalidad del libro en cuestión es dedicar un sentido recuerdo al antiguo chambergo, combatir sañudamente al sombrero de copa y abogar por que desaparezca y sea sustituido por el hongo”. En su interior plasmó Ventura de la Vega: “Yo, ni apadrino ni rechazo el hongo; / si todos se lo ponen, me lo pongo”. Todo lo que aquí describo viene reflejado en “Ensayo de una bibliografía comentada de manuales de artes, ciencias, oficios, costumbres públicas y privadas de España, siglos XVI al XIX”, p. 236, de  Vicente Castañeda, académico de la Historia, Madrid, 1955, y, como decía, en el Anecdotario..., de Natalio Rivas. Me encantan las librerías de lance. Desde aquí aprovecho para hacer un homenaje a Inocencio Ruiz Lasala, el librero y bibliófilo de El Tubo, en Zaragoza, amigo ya fallecido. Era una excelente persona. Siempre decía: “Cuando presto un libro, digo que permito que no me lo devuelvan a condición de que, después de leerlo, se lo dejen a alguien”. En cierta ocasión le preguntó Javier Barreiro en una entrevista sobre qué personaje que había pasado por su tienda le había impresionado más. Fue rotundo al contestar: “Tal vez, Marañón. Vino a tratar a un familiar de Escoriaza y pasó por la librería. Eligió un libro y yo quise regalárselo. Pero me contestó: ‘yo soy médico y vivo de eso. Usted es librero y vive de la librería’. Y lo pagó, como no podía ser de otra manera.

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