El diario Heraldo de
Aragón en su sección “La pregunta del
día” señala: “¿Dónde está la Conchinchina”?
Vuelvo a leer la pregunta. Una de dos: o yo estoy lelo, o sobra una ene. Menos
mal que lo aclara: “La palabra 'Conchinchina' es la versión popular de
otra palabra, Cochinchina, derivada del francés Cochinchine. Quizá por una cuestión de
pronunciación se le ha añadido esa 'n' que la hace más fácil para los hablantes
hispanoparlantes”. Sigo sin entender la razón de por qué el añadido el fonema
sonante, nasal y alveolar “ene” la hace más fácil para los “hablantes hispanoparlantes”. ¡Toma pleonasmo! Comprendo
que las últimas calores han podido llegar a reblandecer los sesos de los aragoneses, donde incluyo a
los redactores de prensa, claro. Poco después nos lo aclaran a los sufridos
lectores: “Se trata de una región del sur de Vietnam, al este de Camboya, donde
se ubican el delta
del río Mekong y la antigua Saigón, que ahora se llama Ciudad Ho
Chi Minh. A los interesados
hispanoparlantes que añaden una ene a Cochinchina para que les resulte más
fácil su pronunciación, o para hacer más largo el nombre de un territorio que
se encuentra a más de 11.000
kilómetros de distancia, les recomendaría la
lectura de la “Reseña histórica de la expedición de Cochinchina”, de Carlos Palanca Gutiérrez, donde se
cuenta cuando España junto a Francia, en virtud de la Cuádruple Alianza, acordaron el envío de una
expedición marítima de castigo en agosto de 1858 al mando de Bernardo
Ruiz de Lanzarote al entonces Reino de Annam. Vamos, para temblar
después de haber reído. En resumidas cuentas, aquella expedición española terminó con la firma del Tratado de Saigón en 1862 y le sirvió a O’Donnell para unir de manera patriótica a las fuerzas políticas.
Francia obtuvo el dominio territorial de la zona y España, ¡siempre tan quijotes los españoles!, libertad religiosa
para los cristianos y alguna ventajilla comercial. Mucho humo para tan pequeña
hoguera.
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