Me entero de que a la joven madre Belén Gimeno le prohibió un socorrista del zaragozano Club Natación Helios dar el pecho a su
bebé fuera del agua, junto a una de las piscinas. Las peregrinas razones que
esgrimió el necio socorrista fueron que
“la leche podía contaminar el agua y que no se podía comer en esa zona”. Ignoro
el nombre del socorrista, pero me gustaría conocerle para decirle a la cara que
necesita reciclarse. Cualquiera puede entender que no es equivalente dar de
mamar a un bebé que comerse un bocadillo de salchichón, y que la leche materna
no es contaminante en modo alguno sino lo más sano del mundo. Ese socorrista, a
mi entender, debería dedicarse a otra profesión en beneficio de la sociedad.
Sólo le hubiese faltado a ese indocumentado decirle a la joven madre que no
estaba autorizado sacar la teta en público por constituir un atentado contra la
moral y las buenas costumbres. Me avergüenza conocer situaciones con esas. Tal
vez por no ver a tipos como ese que dicen llamarse socorristas no voy nunca a
las piscinas públicas. Doy por hecho de que en cualquier club deben existir
unas normas de convivencia de obligado cumplimiento para los socios. Pero no es
de ninguna manera tolerable que se atente contra los derechos del niño y de la
madre. El socorrista en cuestión, al que nunca le invitaría a tomar un café con
leche (para que no se contaminase), es un
necio; y créanme que llamarle necio no es un insulto. La palabra necio
proviene del latín “nescius”, derivado del negativo “scire”
que significa “saber”. O sea, necio es el que no sabe.
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