Hoy, domingo 18 de junio, la Iglesia Católica
celebra la trasladada festividad del Corpus
(salvo, que yo sepa, en Toledo, Granada y Daroca). En su artículo de ABC, “El
Rey en los toros”, Antonio Burgos eleva su incensario a
las nubes que pasan. El incensario de ese plumilla ante la presencia de Felipe VI en Las Ventas con ocasión de la Corrida de Beneficencia raya en lo patológico.
¿Existirá algún fármaco contra esa paranoia? Burgos hace una rara comparación
entre esa lidia y la anterior presencia del monarca en el Vicente Calderón con motivo de la final de la Copa del Rey. Señala Burgos con una
chicuelina: “Había hasta gente en la puerta esperando que llegara Su Majestad
el Rey Don Felipe VI, que Dios guarde, porque falta le hace a España que nos lo
cuide. Y cuando llegó el Rey, con el ministro de Cultura y la presidenta de la Comunidad de Madrid a la
cabeza, estaba esperándolo un respetuoso comité de recepción que no he visto
más cabezadas, más taconazos y más genuflexiones laicas pero monárquicas, como
la perfecta de la marquesa de la
Vega de Anzo, que es tela de aficionada a ambas cosas, a los
toros y a la Corona”.
Más tarde comenta que El Julí, Manzanares y Talavante le hicieron al rey sus respectivos brindis protocolarios.
Esas cosas pasan siempre. Y si el rey fuese a un pueblo, el alcalde le
entregaría su vara de mando. Pero Burgos continúa con una revolera alrededor de
su cintura: “En esta España "sin", sin valores y sin vergüenza, y sin
sentido de Patria, y sin defensa de su Unidad, y sin exigencia por el Gobierno
del cumplimiento de su Constitución, era una gloria ver al Rey en el palco de Las Ventas también en plan
"sin": sin silbidos al himno, sin abucheos a Su Majestad. ¡Y eso que
en Las Ventas se silba tela!”. Y en
el mismo diario leía hoy la trágica muerte de de Iván Fandiño al ser corneado por
Provechito, de Baltasar Ibán, cerca de Mont de Marsan, en el
sur de Francia. Un toro que ni siquiera pertenecía a su lote. En España tenemos
hoy, como hemos tenido siempre, dos tipos de diestros: los que se juegan el
tipo en la arena y los de salón, los que sólo con asomar su presencia por el
albero producen “genuflexiones laicas”, como sucede con Curro Romero en La Maestranza de
Sevilla, o como con el rey en el palco de Las
Ventas. No es necesario que el maestro Romero haga faena al morlaco, que la
cornada, si acaso, que se la lleve el sobresaliente. Lo de ellos, los toreros y
los reyes, consiste en permanecer expuestos, como la custodia el día del Corpus por las calles de Toledo, o en el
altar mayor de la catedral de Lugo. La genuflexión “perfecta” de Pilar González del Valle, IV
marquesa de la Vega
de Anzo, añade colorín al espectáculo para que la fiesta no decaiga.
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