Creo haberlo contado ya varias veces. Lo describe como nadie
Joaquín Herrera del Rey: “Una tarde
en que Juan Belmonte no toreaba,
subió al palco de la presidencia, acompañado de su amigo, para presenciar la
corrida desde allí. Al entrar en el palco el presidente, a la postre gobernador civil, le saludó con
cariño y les dio los mejores asientos. Cada vez que el presidente se dirigía a
él lo hacía con el tratamiento de “don Juan”. El amigo de Belmonte no
comprendía bien todo aquel comportamiento del presidente. Cuando acabó la
corrida le preguntó a Juan la razón, y Belmonte respondió:
— Es que fue un antiguo picador mío.
— ¿Y cómo ha llegado de simple picador a presidente y gobernador?
Belmonte, con su típica ironía, contestó:
— Pues ya ves, degenerando”.
— Es que fue un antiguo picador mío.
— ¿Y cómo ha llegado de simple picador a presidente y gobernador?
Belmonte, con su típica ironía, contestó:
— Pues ya ves, degenerando”.
Algo parecido nos recuerda hoy una Tercera de ABC (“Azaña
y Cataluña”) Andrés Amorós: “Cuando llega la República --cuenta Amorós-- comprueba Azaña que la cuestión es mucho más
peliaguda, por la sistemática deslealtad de los políticos catalanes. Su más
importante pieza oratoria, sobre este tema, es el discurso que pronuncia el 27
de mayo de 1932, como presidente del Gobierno, en el debate parlamentario
acerca del Proyecto de Estatuto de
Cataluña”. (...) “No faltan, en los ‘Diarios’ de Azaña, comentarios del más
negro humor sobre otras autonomías: He sabido con asombro –señala Azaña-- que
uno de los consejeros de Aragón es un sujeto que fue chauffer mío en Madrid, en 1935. Ahora gobierna en Caspe, como
sucesor de Martín el Humano”.
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