Vengo observando que se han puesto de moda unos trajes
rarísimos. Verán, los pantalones son de esos que llaman pitillos y las americanas son tan estrechas que es imposible poder
atarse un botón. Son como de dos tallas menos y le hacen a aquel que las porta
como engurrumido (se lee ceñido, también cilindrado) como si el portador estuviese a diente y le faltase un
par de cocidos contundentes. Pero ahí no acaba la cosa. El calzado que le
acompaña es lo más parecido a aquellos maripíes
que usábamos en los veranos de principios de los 60, cuando mataron a Caryl Chessman en la
cámara de gas de San Quintín, nos dio
por convertirnos en ye-yes y hacíamos
guateques los domingos por la tarde a base de discos de Adamo, trasiego de oranginas y restriegues de cebolletas si era
menester. De ahí no pasábamos. Por aquellos años llevábamos pantalones
acampanados, pelos muy alborotados y
zapatos de chúpame la punta. El traje único, confeccionado por el sastre que
conocían nuestros padres, lo guardábamos para bodas, bautizos y comuniones.
También para los entierros. El pantalón, recuerdo, solía ser de tela príncipe de Gales y llevaba dos
trabillas en la parte trasera superior y doblez en los bajos de la pernera. Y
siempre se acompañaba de camisa blanca, corbata horrenda y zapatos acordonados
de color maleta con suela de material. También nos poníamos el traje para ir al
cine los domingos por la tarde por ver una película de Paquita Rico o del Oeste, que siempre iban precedidas del No-Do, con los triunfos ajedrecísticos
de Arturito Pomar, la inauguración
del último pantano por Franco o la
apertura en Madrid de la Feria del Campo. Ir vestido entonces con una
chaquetilla de una talla dos veces menor a la adecuada y unos pantalones para
meterlos con calzador era propio de los cómicos de La
Chicharra, aquella compañía de titiriteros que se ganaban
la vida actuando las noches veraniegas en las plazas de los pueblos y pasando
la gorrilla para intentar malvivir con el recuento de las perragordas, las
perrachicas y las monedas de dos reales con
agujero incluido.
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