En “Doce fotografías al minuto”, Camilo
José Cela hace referencia a Sansón
García Cerceda y Expósito de Albacete, fotógrafo ambulante. Y dice de él
que “cuando metía la jeta por la manga de luto de su máquina de retratar, miraba
con el ojo diestro, porque el siniestro, por esas cosas que pasan, se lo había
dejado en Sorihuela, en la provincia de Jaén, el día de San Claudio del año de la dictadura, en una discusión desafortunada
que tuvo con un francés..., etcétera”. Y páginas más adelante (“Sansón García tiene ganas de hablar”),
se señalan, aunque de refilón, a las fiestas de Calatayud. No se especifica qué fiestas, si las de San Roque a mediados de agosto, o a las que se celebran en honor de
la patrona, la Virgen de la Peña, a primeros de septiembre. Lo cierto es
que no es la primera vez que Cela nombra a Calatayud. Ahora me viene a la
cabeza su ensayo sobre José Gutiérrez-Solana al referirse al
lebeche (algunos lo escriben con “v”), ese viento que “levanta dolor de cabeza
en los marineros, que nace en Santander y va a morir a Zamora después de
haberse pateado Santoña y Medina del Campo, Valladolid y Segovia, Ávila y
Oropesa, Tembleque y Plasencia, Calatayud y Terrer”. Y dos o tres páginas
después describe lo que cuenta Gutiérrez-Solana sobre Terrer en “La degollación de los inocentes”: “En
Terrer, (Gutiérrez-Solana escribe con manifiesto error Terrier en las pp. 201,
219, 220 y 256) poblacho del partido judicial de Calatayud en el que ejerce de
barbero el practicante Lorenzo Camuesco...,
etcétera). Pues bien, en un momento dado de su conversación, Sansón García
enseña una fotografía de Wenceslao
Bata, alias Sincronismo.
“El Wenceslao –señala Sansón García- era un artista muy autodidacta y muy
corpulento que andaba con unos contoneos muy marciales, casi de alabardero, y
que se rizaba el bigote con tenacilla”. (...) “Sus telones para fotografías
artísticas tenían fama por todo el reino de Valencia” (...) “Lo que mejor le salían eran las Giraldas, las Alambras,
los Generalifes y las balaustradas....”. (...)
“Sin ir mas lejos, un canónigo de Teruel que se llamaba don Sulpicio
Liendre me dijo un día, en las fiestas de Calatayud: --Oiga usted, señor
retratista, ¿por cuánto me vendería usted el telón?--, etcétera”. Al actual
alcalde de Calatayud, José Manuel Aranda
Lassa, le pediría que procurase hacer dos huecos en el callejero
bilbilitano: uno de ellos para el pintor Gutiérrez-Solana por haber pateado y
pintado Calatayud y su alfoz durante los años 20, como quedó demostrado en su “España negra”; otro, para Camilo José
Cela, por haberme distinguido con su amistad.
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