La unidad de España es como los matrimonios, están unidos
hasta que deciden separarse. Aunque el obispo Isidoro de Sevilla, hijo de padre
hispanorromano y madre goda, elevase a España a la categoría de
primera nación de Occidente en su libro «Historia
Gothorum», lo cierto es que la mayoría de historiadores apuntan
a la Constitución de Cádiz de 1812, como el nacimiento de la
idea de España como nación. Y hasta 1834 la bandera bicolor no fue el símbolo
oficial. El primer intento serio de someter la pluralidad de la
península bajo una misma identidad se produjo en 1625, cuando el conde-duque de Olivares propuso por primera vez un estado
centralizado y unido. Posteriormente, en el Estatuto Real de 1834 se hablaba de
reino, pero no aparecía el concepto España. Lo mismo pasó en la constitución de
1845 y en la nonata de 1857. Fue en la Constitución de 1869 cuando apareció por primera
vez el concepto de nación española
ligado a la palabra España. En 1876, con la Restauración se
volvió a los planteamientos de 1845, pero ya se utilizaba el termino España. De
cualquier manera, el concepto de nación equivale a “una comunidad estable, históricamente formada, de idioma, de
territorio, de vida económica y de psicología, manifestada ésta en la comunidad
de cultura”. ¿Es el caso de España? Rotundamente no. ¿Acaso es igual
Andalucía que el País Vasco? ¿Y Cataluña es igual que Extremadura? En este país, unos trabajan y luchan, y otros
aparan el cazo a cambio de nada. Sólo hay que observar cómo se distribuyen los
impuestos. ¿Alguien imagina a un vasco o a un catalán cobrando todo el año por
haber realizado 60 peonadas? Estar en paro es harina de otro costal. Es una
desgracia que se lleva como se puede.
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