A mi entender, Javier
Lambán es un político que, a mi entender, ha perdido dos cosas: el respeto
de Pedro Sánchez, al estar alineado con Susana
Díaz, y su dignidad como persona. Decir ahora, cuando asoma la patita la
exconcejal Carmen Dueso, que él
presentará su candidatura alineado con Sánchez, me hace la misma gracia como
cuentan que le dio a Crisipo
de Solos viendo a un burro comiendo higos. Y Lambán justifica su
decisión –según leo en Heraldo de Aragón-
“por fortalecer la estabilidad de la
DGA, mientras alerta de la bicefalia y anuncia una nueva
organización para Zaragoza capital”. Y recalca que “todas las candidaturas que
se van a presentar a estas primarias están alineadas con Ferraz”. ¿Dónde está
su lealtad al actual secretario general? ¿Acaso es Lambán de fiar? ¿Qué tiene
que decir al respecto la leal Susana
Súmelzo? Porque ella, que pertenece a la ejecutiva federal, ya ha señalado
que “se pretende renovar la cabeza del PSOE-Aragón, no el Gobierno autonómico”.
Bueno, ya veremos... Pero se da la
circunstancia de que Súmelzo es, además, la responsable federal de Política Municipal.
¿Qué quiero decir con ello? Pues que Carlos
Pérez Anadón, el aspirante a la alcaldía de Zaragoza, miembro de la antigua
ejecutiva federal, y cabreado hasta el tuétano con el actual alcalde, Pedro Santisteve, lo tiene crudo, pero que muy crudo. Para mí ya es
un político amortizado y sin plaza, ay, en la bancada del Senado. Fue otro de
los que apostó por Susana Díaz, como lo hizo Felipe González, Alfonso Guerra, la Banca, la Patronal,
el Ibex y todo el staff socialista con olor a naftalina y derecho a puerta
giratoria. Al fin se han enterado todos ellos de que no hay “enemigo” pequeño,
que se puede brotar de las propias cenizas y
que, como en la canción Maki
Navaja, “sorpresas te da la vida, ¡ay, dios!”. A Lambán, también a Carlos
Pérez, les recomendaría la lectura de la muerte de Viriato en edición para niños, donde se cuenta cuando los asesinos
que lo mataron mientras dormía, Audax,
Ditalcos y Minuros, fueron a pedir la recompensa que les había prometido Quinto Servilio Cepión. Pero éste
ordenó que fuesen ejecutados, al tiempo que decía: “Roma traditóribus non praemiat”, o sea, "Roma no paga a traidores".
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