Ante la gravedad aparente de los momentos actuales en
Cataluña, algunos recordamos, no por ser demasiado viejos sino por haber leído
Historia de España, que la situación de ahora se parece mucho a lo acontecido
en Barcelona el 6 de octubre de 1934 con la proclamación del Estado Catalán
dentro de la República Federal
Española por parte de Lluis Companys.
Dicen que se han enviado muchos guardias civiles y muchos policías nacionales
desde otras regiones de Carpetovetonia
para intentar poner orden en la situación creada y que muchos de ellos
duermen en barcos atracados en el puerto. Y el Ejército --eso no se cuenta en
los medios-- está acuartelado a la espera de las órdenes de Cospedal. Y en muchos pueblos, los
guardias civiles son despedidos por los vecinos con el canto de “A por ellos, oe...”, como si estuviesen
asistiendo a un partido de fútbol de la “Liga
1, 2, 3” en La Romareda
con Ratón de portero. Pero en esta
excesiva escenificación de la
Commedia dell'Arte, ¿quién hará ahora el
papel protagonista de Domingo Batet? El
presidente del Gobierno era entonces Alejandro
Lerroux, ahora lo es Mariano Rajoy, dos hombres de la Derecha. Uno cordobés, otro gallego. Uno
discípulo de Manuel Ruiz Zorrilla,
el otro elegido a dedo por José María Aznar.
Uno dirigió varios periódicos, el otro sólo lee Marca. Uno fue motejado como el
Emperador del Paralelo, el otro como don Tancredo. Uno se coaligó con la CEDA, el otro con Ciudadanos.
Pero a lo que iba, moreno. Rajoy
acaba de regresar de Washington, donde el
presidente Donald Trump le ha puesto
la mano sobre su hombro y le ha dicho que “España es un gran país y debería permanecer unido”. Hombre, a Trump lo que le interesa es la
base militar de Rota, lo demás es murmullo de barcarolas. Yo hasta creo,
fíjense, que uno de esos barcos podría
servir de prisión a Puigdemont y su
equipo de gobierno desde el mismo día 1 de octubre. En 1934 se utilizó el barco
“Uruguay” y otros barcos-prisión
fondeados. Ahora ni sé cómo se llaman esos barcos-casa-cuartel
ni de cuántos camarotes disponen. Pero echemos hacia atrás la moviola hasta el otoño de 1934. En un
momento dado, Companys le pidió a Domingo Batet fidelidad tanto a él como a la República federal que
acaba de proclamar. En vista de esta orden, Batet habló con Pérez Farrás, responsable del Cuerpo de los Mossos de Escuadra, y
Farrás le advirtió entonces que sólo iba a obedecer al presidente de la Generalidad. Ante
la liosa situación creada, Batet llamó a Lerroux
y éste le ordenó a Batet que proclamase el estado de guerra contemplado en la Ley de Orden Público de 1933, para que
pudiera detectar el mando la autoridad militar, en este caso Batet. Tras unas
refriegas de carga de artillería donde hubo varios muertos, a la una y treinta
y cuatro minutos de la madrugada se produjo la rendición. A las 7 de la mañana
se detenía a Companys, Tarradellas, Antoni Xirau, Joan Casanellas, Estanislau
Rui y al presidente del parlamento, Joan
Casanovas. Y en el Ayuntamiento se arrestó al alcalde, Pi y Sunyer, y a los concejales de ERC allí presentes. Todos los
detenidos fueron confinados en el buque “Uruguay”.
A otro barco, “Cádiz”, fueron trasladados cerca de 3.000 ciudadanos. También Manuel
Azaña fue detenido en el Hotel Colón
junto a una treintena de miembros de Ezquerra Republicana. Aquellos días daba
unas conferencias Azaña en Barcelona aprovechando que había asistido al
entierro de su amigo Jaime Carner Romeu, exministro de Hacienda,
fallecido el 26 de septiembre, cuando contaba 67 años. El estado de guerra no
se levantó hasta abril de 1935. Los líderes militares de aquella insurrección, Pérez
Farrás, Escofet y Ricart fueron condenados a
muerte y sus penas fueron conmutadas por Alcalá Zamora. El gobierno de la Generalitat
en pleno fue trasladado a dos penales: Cartagena y El Puerto de Santa María.
Companys el resto de los consejeros fueron condenados a 30 años de prisión e
inhabilitación por el Tribunal de
Garantías Constitucionales el 6 de junio de 1935. Pero el triunfo del
Frente Popular en febrero de 1936 los liberó a todos. El episodio del 6 de
octubre de 1934 suspendió, además, 129 ayuntamientos, la Generalitat
fue sustituída por un Consejo de la Generalidad presidido
por Francisco Jiménez
Arenas, por Portela Valladares y
por el radical Juan Pinch y Pon,
sucesivamente. Y a Domingo Batet le sería concedida
la Laureada de San Fernando. Pero, ironías del
destino, Batet sería fusilado en Burgos el 18 de febrero de 1937 por negarse a
secundar el golpe de Estado y tras un consejo de guerra
presidido por el general Ángel García
Benítez, a pesar de las gestiones
que en su favor llevaron a cabo los generales Queipo de Llano y Cabanellas.
Franco desoyó tales gestiones en venganza
por la negativa de Batet de perdonar la vida en 1936 del general Campins. Manuel Azaña fue recluido,
como decía, en el destructor “Sánchez
Barcaíztegui”, acusado de haber sido el instigador de la revolución de
Asturias. Ese buque, botado en 1926 en Cartagena, fue dado de baja en la Armada en 1964, vendido en
subasta en 1965 y posteriormente desguazado. Esas cosas acontecieron hace ya 83 años. El
próximo domingo, 1 de octubre, ya veremos lo que sucede en el proscenio cuando se descubra el telón.
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